Contrastes en Brasil: abundancia y escasez
Si Brasil tiene casi la quinta parte de las reservas de agua en el mundo, ¿por qué las noticias sobre la escasez de agua se han vuelto tan comunes en el país en los últimos años? Hay muchas respuestas a la pregunta, desde la forma en que los recursos hídricos están repartidos geográficamente y la degradación de las áreas alrededor de la cuenca del río, hasta el cambio climático y la mala infraestructura de suministro.
Los sectores que más contribuyen a la economía son los más dependientes del agua. Por ejemplo, el 62% de la energía de Brasil es generada por plantas hidroeléctricas. El agua es también esencial en la agricultura, otro sector importante para la economía. De acuerdo con la Agencia Nacional de Aguas, el riego consume el 72% del agua del país.
Este tipo de dependencia significa que en tiempos de crisis del agua –según la experiencia de São Paulo en 2014 y 2015– la productividad de los diferentes sectores económicos puede verse amenazada.
Brasil tiene 12 regiones hidrográficas que enfrentan diversos desafíos para mantener su disponibilidad y calidad hídrica. Un mapeo del Ministerio del Medio Ambiente muestra que, en las cuencas que abarcan a la región Norte, el impacto proviene principalmente del crecimiento en la generación de energía eléctrica. En la región Centro-Oeste es la expansión de la frontera agrícola la que más desafía la conservación de los recursos hídricos. Las regiones Sur y Noreste enfrentan déficit hídrico y la región Sureste presenta también un problema de contaminación hídrica.
Desde 2013, durante la primera crisis que se tuvo, quedó claro que el Sureste y el Centro-Oeste tienen problemas concretos, que se han intensificado en los últimos dos años, de disponibilidad de agua.
Luego de la grave crisis hídrica de 2015, que afectó a la población de São Paulo, los habitantes del Distrito Federal (DF) también pasaron por el primer racionamiento de los últimos 30 años debido a la falta de agua en las principales cuencas que abastecen la región. Por más de un año, los habitantes de la capital del país tuvieron que adaptarse a un ciclo de días sin agua debido al agotamiento de los reservorios de las principales cuencas que abastecen la ciudad.
En el área rural, el gobierno del DF decretó estado de emergencia agrícola. En ese momento se estimó un perjuicio de 31 millones de dólares, con la reducción del 70% en la producción de maíz, según un estudio de la Secretaría del Medio Ambiente del DF.
Agua, bosques y ciudades
Ante la cada vez más fuerte evidencia científica de la relación entre la deforestación, la degradación de los bosques y los cambios en los patrones de lluvia, las crisis del agua, tales como la de São Paulo, se pueden repetir en las próximas cuatro décadas, afectando el abastecimiento de agua, la producción agrícola y la generación de energía, entre otras actividades. Se ha reducido la deforestación de la Amazonia en los últimos años (en 82%) y se han creado regulaciones, como el Código Forestal, para ayudar a proteger los recursos naturales en los terrenos rurales. Se trata de conquistas recientes después de décadas de devastación aunadas a la necesidad cada vez mayor de tener un control constante para que no se pierdan esos recursos.
Los más dependientes del agua
Brasil es el segundo mayor exportador de alimentos en el mundo. En el país donde la agricultura y la agroindustria representan el 8.4% del PIB, las zonas de terrenos irrigados aumentaron a ritmo acelerado en la última década y todo apunta a que el consumo de agua seguirá creciendo. Actualmente, menos del 20% de las tierras de regadío tienen acceso al riego. En el área de generación de energía, incluso con la diversificación de las fuentes previstas para las próximas dos décadas, las centrales hidroeléctricas continuarán generando la mayor parte de la electricidad que se consume en Brasil.
El sector más contaminante
La industria sigue siendo una de las principales causas de la degradación del medio ambiente en Brasil. De acuerdo con un informe del Banco Mundial, los investigadores encontraron residuos industriales, incluyendo metales pesados, en los cursos de agua en varias áreas metropolitanas. Tales contaminantes se descargan sin ningún tratamiento previo. En São Paulo y Recife, por ejemplo, esto significa que los ríos circundantes ya no son seguros para el suministro de agua potable, obligando a las ciudades a extraer agua de pozos o cuencas más distantes. El crecimiento de los nuevos complejos industriales, en particular en el noreste, también puede resultar en impactos ambientales a largo plazo, tales como la contaminación y la competencia por los recursos naturales (especialmente agua).
Desigualdades en el acceso a agua y saneamiento
Entre el 40% más pobre del país, el porcentaje de hogares con un inodoro conectado a la red de saneamiento aumentó del 33% en 2004 al 43% en 2013. Sin embargo, el acceso es aún más bajo si se compara con el estrato más rico. Otra diferencia importante es la que existe en la cobertura nacional de agua (82.5%), las aguas residuales (48.6%) y el tratamiento real de aguas residuales (39%). La falta de tratamiento de aguas residuales hace que los contaminantes sean arrojados directamente en el agua o se procesen en fosas sépticas no reguladas, con graves consecuencias sobre la calidad de los recursos hídricos, así como en el bienestar de la población.
¿Qué hay que mejorar?
Muchas empresas de suministro todavía sufren grandes pérdidas de agua (más de la tercera parte en promedio), tienen exceso de personal y altos costos de operación. El financiamiento del sector se basa en tarifas y subsidios cruzados, con una estructura tarifaria obsoleta, incapaz de generar servicios más eficientes y sostenibles. El resultado: no tienen suficiente capital para aumentar la cobertura y hacer que la infraestructura sea más resistente a los fenómenos climáticos extremos (sequías e inundaciones).

La calidad de vida de los brasileños más pobres está fuertemente relacionada con la gestión del agua y de otros recursos naturales, y por lo tanto las políticas para conservarlos son cada vez más necesarias.
Los especialistas afirman que una de las principales causas de la crisis hídrica es el uso inadecuado del suelo. En el Centro-Oeste, por ejemplo, están concentradas las nacientes de ríos importantes del país, debido a su localización en la planicie central (Planalto Central, que abarca los estados de Goiás, Minas Gerais, Mato Grosso, Tocantins y Mato Grosso do Sul). Conocida como cuna de las aguas, la región tiene vegetación del Cerrado, bioma que ocupa más del 20% del territorio y actualmente es uno de los principales puntos de expansión de la actividad agropecuaria.
Como consecuencia del avance de la frontera agrícola, el Cerrado ya tiene prácticamente la mitad de su área totalmente devastada. Los efectos de la ausencia de vegetación nativa para proteger el suelo ya se perciben principalmente en la disminución del flujo de los ríos y en la escasez de agua para abastecimiento urbano.
La deforestación acelerada está repercutiendo tanto en la frecuencia de las lluvias, que han venido disminuyendo en los últimos cinco años en la región, como en la capacidad del suelo para absorber y almacenar el agua en el subsuelo y devolverla a los ríos.
El cambio de uso de suelo ha alterado de manera importante el ciclo del agua y hace que la gente tenga menos agua en los ríos, ríos muy cenagosos y menor disponibilidad de lluvia. Entonces, el ciclo del agua está en un pequeño colapso.
Otros desafíos
El reto de garantizar el funcionamiento del ciclo hidrológico natural también tiene un impacto en el mantenimiento de los acuíferos subterráneos. Los investigadores lamentan que el asunto no tenga relevancia en el debate público y en la agenda electoral, y alertan que, para evitar la próxima crisis, es necesario crear un modelo de gestión de las aguas subterráneas.
Otro problema que lleva a la escasez de agua es la estructura precaria de saneamiento.
Según la Agencia Nacional de Aguas, más de 35 millones de personas aún no tienen acceso al agua tratada en Brasil y el sistema de abastecimiento de agua potable genera 37% de pérdidas en promedio. La falta de tratamiento de aguas residuales compromete más de 110,000 km de los ríos brasileños que reciben los desechos.
Se estima que, para regularizar la situación, serían necesarios por lo menos 26,500 millones de dólares de inversión en colectores y tratamiento de aguas residuales hasta 2035.
Un problema de percepción
Todos estos problemas solo serán resueltos cuando los gobiernos y la sociedad cambien su percepción sobre la importancia de los recursos naturales para la supervivencia humana.
No hay lugar seguro en el planeta y, además de la falta de percepción, hay una absoluta falta de gobernanza en la gestión del agua. A eso se suma la indiferencia e incapacidad de la clase política para lidiar con el tema de la educación ambiental.

Para evitar el agravamiento de la situación, es necesaria una evolución desde el punto de vista ético y moral, y no solamente científico y tecnológico. El cambio climático es la mayor falla de mercado de la especie humana, porque es algo en lo que la inteligencia estratégica de sobrevivencia del ser humano no funcionó y continúa fallando de forma insistente. ¿Cuál es la consecuencia de eso? Allí está el aumento de los conflictos existentes, como disputas por agua, energía y espacio, así como aumento en el número de refugiados
Elaborado por Helios con base en:
– Brasil: dueño de 20% del agua del mundo, pero con mucha sed. Banco Mundial, 2016.
– A água no Brasil: da abundância à escassez. Débora Brito, Agência Brasil.