Cada generación de geotecnistas en México va superando a sus antecesoras
José Francisco de la Mora Gálvez
La teoría básica y la matemática siguen siendo las mismas; no de ayer, las derivaciones son de hace 100 o más años. Sin embargo, la aplicación es mejor con las herramientas actuales. Ha mejorado mucho la instrumentación, y la electrónica ha sido un gran apoyo; al igual que en las estructuras, las computadoras vinieron a facilitar el trabajo. Lo otro es la parte dinámica: los espectros de sitio ya son otra cosa, lo mismo que las mediciones. Ya se pueden hacer cálculos más complejos, porque antes no eran rentables y a veces ni posibles.
José Francisco de la Mora Gálvez rememora su niñez cuando le preguntamos cómo decidió dedicarse a la ingeniería civil, y en particular a la geotecnia: “De chico siempre me gustó ver la naturaleza, me encantaba la vida… nací en un pueblito muy cerca del campo, y eso me gustaba mucho. Luego, ya cuando conocí las matemáticas, vi que las ciencias exactas iban a ser mejor para mí, porque yo buscaba una explicación cruda de la ciencia. De hecho, la filosofía no era mi fuerte sino las ciencias duras. Así me fui encaminando por ahí; mi padre trabajaba en una constructora, veía yo la maquinaria, sobre todo las máquinas grandes, y me impresionaban. Entonces me fui inclinando hacia la ingeniería civil”.
Llama la atención que, siendo su pasión la naturaleza, terminó estudiando ingeniería; le consultamos si además del trabajo de su padre hubo otras influencias.
“Yo creo que influyeron mis maestros”, dice, y le preguntamos cuáles. “En la secundaria, mi maestro de matemáticas, el profesor Wenceslao de la Mora, quien –independientemente del parentesco, porque era tío mío– era muy buen maestro; nos la hacía tan fácil, tan bonita… nos daba explicaciones más lógicas que mis maestros de química. Ello influyó en mi decisión por las ciencias exactas”.
Quisimos conocer su experiencia durante la carrera, cuando era estudiante de ingeniería civil: si hubo momentos trascendentes o anécdotas para compartir.
“Bueno, yo soy uno de 10 hermanos que vivíamos en el pueblo, y mi papá decidió emigrar a Guadalajara porque en el pueblo, en Tecali-tlán, Jalisco, no había más que hasta la secundaria, y él estaba consciente de que teníamos que estudiar. Entonces, ya en Guadalajara, me decidí por la ingeniería civil porque seguía impresio-nado con la maquinaria que veía en las obras en las que trabajaba mi padre”.
Estando en la universidad le surgió la oportunidad de trabajar en la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP).
“Estaba en la Universidad de Guadalajara, cuando tuve la oportunidad de ocupar un puesto en el sector público. Mi maestro de geotecnia fue Javier Saborío Ulloa, un profesor que había estudiado en la UNAM y estaba arrancando en Guadalajara. Me gustó sobre todo la pasión con la que impartía su materia. Trabajando en la SAHOP logré que me dieran una beca para ir a estudiar a la UNAM. En ese momento tenía 21 años de edad, era muy joven”.
Allí tuvo el privilegio de contar con buenos profesores, nos dice. “El doctor Juárez Badillo, el profesor Rico Rodríguez y también el profesor Neftalí Rodríguez Cuevas”.
Sobre recuerdos y anécdotas, nos cuenta: “Yo iba muy seguro de mí mismo, porque me había ido más o menos bien en Guadalajara, pero cuando llegué a la UNAM me di cuenta de que la maestría era un nivel un poco más alto. De momento me sentí presionado porque había muchos conocimientos que tenía que recuperar, pero se me facilitó porque los profesores eran muy buenos. El primer semestre se me hizo pesado porque el nivel de la maestría era mucho más exigente que el de la licenciatura”.
José Francisco de la Mora responde a nuestra curiosidad sobre cómo identificaba personalmente a los maestros que consideraba más importantes para su formación personal y humana. “Fue interesante, porque el perfil del profesor Juárez era muy diferente al del profesor Rico: el primero más teórico, el segundo más práctico, pero los dos sabían encontrar soluciones a los problemas. Esa era y es para mí la clave: siempre debe ser resolver el problema, más que solo comprenderlo. Personalmente, siempre me he identificado con que el centro de nuestra profesión es resolver problemas, desafíos”.
Juárez Badillo era muy aficionado a la filosofía, que solía ser tema en casi todas sus clases. Quisimos saber cómo enfrentaba esos momentos como estudiante José Francisco de la Mora Gálvez.
“Yo tuve muy buena relación con él, al grado de que me consideré su amigo; cuando él venía a Guadalajara me llamaba y yo lo acompañaba a sus actividades. Un día me dijo que quería saludar al profesor Javier Saborío, que era muy amigo, a ver si lo podía localizar. ‘Pues claro que sí’, le dije. La imagen que le comparto es significativa porque ellos tenían más de 20 años sin verse”.
Le pedimos que compartiera algún recuerdo, alguna anécdota con el maestro Rico. “En una clase nos comentó de una situación que vivió cuando hubo un huracán en Baja California, que tiró como cinco puentes: lo llamó el secretario para preguntarle qué había pasado, por qué se habían caído esos puentes, y él le contestó: ‘Yo pensé que me llamaba porque se habían salvado los otros 50. ‘¡Váyase!’, le contestó el secretario. Ese huracán fue excepcional. Los puentes no estaban diseñados para uno de esa categoría”.
Cuando el estudiante está en los últimos semestres de la carrera –a veces desde el comienzo– es común que piense en las posibles oportunidades laborales, ya sea en el sector académico, el empresarial o el público. Nuestro interlocutor nos cuenta qué pasó por su mente cuando estaba en los últimos meses de la carrera.
“Tenía yo, como le comenté al comienzo, una beca con compromiso de reciprocidad: debía regresar a la secretaría. En esa época México era un país muy cerrado que vivía casi exclusivamente del presupuesto público; era el sector predominante, el público, a menos que uno tuviera recursos para hacer su propia empresa”.
Esto era particularmente evidente en el caso de la especialidad de geotecnia (entonces mecánica de suelos) en Guadalajara, según nos relata José de la Mora.
“En Guadalajara no había ninguna empresa de ingeniería especializada en geotecnia; todos los estudios de suelo los hacía la secretaría. Entonces, había un dicho: ‘Vivir con el presupuesto es vivir en el error’, pues era una economía regida por el Estado. En ese marco yo tenía que volver a Guadalajara, a la secretaría, por la reciprocidad de la beca; estuve ocho años en el servicio público”.
En la SAHOP comenzó a definir sus preferencias por la especialidad. Nos dice: “Como estaba en el área de carreteras, de momento pensaba yo en los pavimentos, pero conocí los puentes y fue lo que más me gustó, a lo que le dediqué la mayor parte de mi tiempo profesional. Empezamos con estudios de cimentación de puentes y era interesante, porque siempre eran sitios diferentes, bonitos, alejados de la civilización. Yo creo que fue una de las etapas que más me han gustado en la vida. Muchos de los puentes se ubicaban en lugares vírgenes, donde el camino aún no se construía y las brigadas de exploración montaban un campamento durante varias semanas, y mientras veía el agua cristalina y las aves me preguntaba qué tanto cambiaría todo después de terminada la obra”.
Siempre prefirió el trabajo en campo, mucho más que el del cubículo de investigador. “El ver las cosas que uno imaginó ya realizadas, pues eso no tiene precio, ¿verdad?”
Le pedimos que describiera la evolución del papel de la componente geotécnica en las obras de ingeniería a lo largo de su trayectoria profesional: en cuanto a la importancia que se le daba, su aplicación y su impacto en las obras de ingeniería civil.
“Aquí en Guadalajara, como el suelo no es tan complejo como en el Valle de México y en otras regiones del país, para los edificios que eran bajos normalmente la capacidad de carga del suelo era muy buena y no se necesitaba mayor investigación; se construía casi sin estudios de mecánica de suelos. Pero ahora que están haciendo grandes edificios, la situación cambia, porque ya resulta necesario excavar 30 o 40 metros para cimentar un edificio de, por ejemplo, 50 pisos; ya se requieren estudios más precisos y que sean óptimos en cuanto al costo. Entonces, sí hubo un cambio gigantesco, sobre todo en los últimos 20 años”.
En cuanto a los desafíos más importantes que enfrentó a lo largo de su carrera profesional, reflexiona: “Creo que en todas las profesiones hay que saber equilibrar el tiempo que dedicamos al trabajo y actualización profesional con el que dedicamos a la familia”.
En las últimas décadas estuvo trabajando en el sector académico y empresarial, por lo que le pedimos nos cuente cuando abandonó el sector público y las circunstancias en que lo hizo. “Los cambios económicos del país fueron los que me hicieron tomar algunas decisiones. En uno de esos cambios económicos salí del gobierno, en la crisis de 1982, una crisis que dejó al gobierno sin obras y, por lo tanto, no había nada que hacer. Entonces, no iba conmigo el que me siguieran pagando estando ahí sin hacer nada. Me ofrecieron una oportunidad en Tabasco para un programa de puentes que desarrollaba Pemex y me fui para allá. Fue algo interesante”.
Las condiciones de clima y tipos de suelos son muy diferentes en Tabasco, comparados con Jalisco, y tuve que enfrentar otro tipo de retos, desde trabajar con mucha agua hasta cuidarme de los mosquitos y otros animales. En una ocasión llegamos a la orilla del río y en el suelo húmedo se veían, aún frescas, las huellas de un cocodrilo. Nunca lo vimos, pero el puro tamaño de las marcas fue suficiente para volvernos muy cautelosos en todas las visitas”.
No fue el único periodo de crisis económica que enfrentó con cambio en su desarrollo profesional. “Impacto tuvo también la crisis de 1995, que comenzó en diciembre de 1994. En ese momento ya no había opciones de salidas laborales interesantes, atractivas; no había nada de trabajo, y me invitaron a ser profesor en la Univer-sidad Panamericana. No esperaba que me fuera a gustar tanto, pero me quedé ahí 25 años”.
Nuestro interlocutor lo pone en contexto: “Se estaba abriendo la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Panamericana. Me invitaron y acepté. Y lo que yo siempre había rechazado –el dar clases, porque prefería estar en campo, en las obras– acabó gustándome más. La docencia ofrece una experiencia que a todo el mundo le recomiendo.
”Como profesor tuve la oportunidad de tener de alumnos a muchos jóvenes valiosos. Sé que todo el éxito que tienen se lo han ganado con su esfuerzo, pero me da gusto que lo tengan. En una ocasión un amigo mío me dijo que su hijo tenía problemas con una materia y estaba a punto de reprobarla, me pidió que hablara con su maestro para ayudarlo y le dije: ‘No te preocupes, yo me encargo de que pase’; por la tarde vino el alumno a darme las gracias por haberle ayudado a no reprobar la materia, y le contesté que aún no aprobaba, que yo había hablado con su profesor para que me dijera en qué temas andaba mal y que íbamos a repasar juntos. Se sorprendió, pero aceptó y lo apoyé a estudiar hasta que finalmente aprobó el examen con 8 de calificación.
”Mi pasión por la ingeniería y el poder transmitirla a los alumnos ha sido muy enriquecedor. En especial tuve la suerte de tener a uno de mis hijos como alumno; por cierto, él no quería entrar porque yo iba a ser su maestro, y mire lo que son las cosas: hace 15 días se graduó como doctor en Berkeley. Es ingeniero civil en estructuras.
”De chico, mi hijo me comentó que los papás de sus compañeros les daban un premio a sus hijos cuando sacaban buenas calificaciones, y me preguntó qué le iba a dar por sus buenas notas. Le respondí que las buenas notas eran de él, que lo que aprendía era para él y yo no ganaba nada más que estar orgulloso de su desempeño; en cambio él tendría mejores oportunidades en la vida. Nunca volvimos a hablar de calificaciones, y sus estudios en Berkeley se cubrieron con becas que se ganó él”.
Aprovechando su trayectoria como docente le pedimos una reflexión sobre qué les recomendaría a los estudiantes que consideran especializarse en geotecnia. “Les diría que el campo de trabajo es muy bonito, amplio y muy gratificante. Sobre todo les recomendaría que vieran cómo son los días de trabajo de los ingenieros geotecnistas, que conversaran con los que tienen historia en la especialidad, que investiguen para ver si le gustaría hacer eso el resto de su vida laboral”.
Después de la experiencia de 1982 ya no regresó al sector público. “En una ocasión me encontré con el profesor Rico y me dijo: ‘¡Véngase!’, pero no…”
Regresó a Guadalajara. “En la ciudad se estaban construyendo muchos puentes urbanos. Un gran amigo, el ingeniero Enrique Padilla Corona, me invitó a trabajar en la supervisión de esos puentes y acepté”.
Le pedimos su opinión sobre la evolución de la geotecnia, por lo menos en la época de su experiencia profesional, y también haciendo referencia al pasado.
“Bueno, entre las cosas que han mejorado está definitivamente la instrumentación; la electrónica ha ayudado mucho y, al igual que en las estructuras, las computadoras vinieron a facilitar el trabajo. Lo otro es la parte dinámica: los espectros de sitio ya son otra cosa, lo mismo que las mediciones. Ahora ya hay mucho equipo electrónico”.
José Francisco de la Mora Gálvez emite su opinión respecto a la evolución de la geotecnia en sí misma, desde el punto de vista teórico y en la aplicación práctica: “Las bases teóricas siguen siendo las mismas, pero ahora, igual que en las estructuras, ya se pueden hacer cálculos más complejos, porque antes no eran rentables y a veces ni posibles. Cuando yo estudié no usaba ni calculadora; la parte matricial ni se soñaba. Sí se sabía, toda esa teoría ya estaba, pero no se podía llevar a la práctica. ¡Y los planos! El tema de los planos era todo un rollo. Hacerlos a mano, corregirlos, era un lío. Ahora veo que mucha gente resuelve cosas a prueba y error, pero la teoría básica y la matemática siguen siendo las mismas; no de ayer, sino las derivaciones son de hace 100 o más años. Sin embargo, la aplicación es mejor con las herramientas actuales”.
Le pedimos una reflexión acerca de la evolución de la especialidad de geotecnia particularmente para el caso de México, que tiene tantos tipos de suelos, algunos muy complicados (como los del Valle de México), y teniendo en cuenta que la geotecnia mexicana es muy reconocida en el ámbito mundial.
“Sí. Pienso que cada generación de geotecnistas en México ha ido superando a sus antecesoras. Los jóvenes ya no sacan solo una maestría sino un doctorado, y dedican sus primeros 30 años a estudiar; empiezan a trabajar ya grandes. Ahora la competencia es mayor: para ser destacados tienen que dedicar mucho más tiempo de su vida al estudio. Yo veo muchos jóvenes geotecnistas muy buenos. Tampoco se suple muy rápido a quienes tienen muchos años, pero con las herramientas que manejan, pienso que no tardan en mejorarlo todo. La geotecnia en México no hay duda de que está bien, es reconocida en el mundo por su calidad”.
José Francisco de la Mora cuenta con una maestría en Mecánica de Suelos y otra en Estructuras, dos especialidades muy relacionadas. Le preguntamos cómo cree que es y debería ser la interacción actual entre geotecnistas y estructuristas en los proyectos, y qué se debería mejorar en esa interacción por el bien de los proyec-tos. Responde: “Creo que interacción entre las dos especialidades debe mejorarse. Es necesario hablar con los clientes de la importancia de la coordinación de estas disciplinas. Muchas veces se les contrata por separado y solo se conocen cuando hay problemas”.
Con la relevancia que ha cobrado en la actualidad la modelación numérica, le consultamos también cómo considera que deban balancearse los esfuerzos y recursos entre exploración, laboratorio y modelación numérica.
“La modelación numérica –responde– es una herramienta de gran apoyo; ahora tenemos computadoras cada vez más rápidas y con más decimales. Con la modelación podemos observar de una forma muy visual y agradable el comportamiento de una estructura en un suelo, pero este modelo se parecerá a la realidad solo si los parámetros con que se alimentó han sido obtenidos y caracterizados adecuadamente. Con el modelado numérico es posible hacer un análisis de sensibilidad de los parámetros del problema y decidir si aumentamos la exploración o no”.
Nuestro entrevistado tiene también un doctorado en Ciencia y Tecnología; quisimos saber sobre la relación de esta especialidad con la geotecnia, y apunta: “El laboratorio de suelos y materiales es muy importante. Me tocó una época de crecimiento de la electrónica y la computación, y pensando en la instrumentación y automatización del laboratorio me inscribí en el Programa del Doctorado en Ciencia y Tecnología. Gracias a esto pude manejar distintos sensores y crear programas para automatizar y modernizar distintos equipos de laboratorio”.
Cerca del final de la conversación le pedimos a nuestro interlocutor que se refiriera al mayor reto técnico en su práctica profesional y, si debió enfrentarse a dilemas éticos, cuál fue el más relevante.
“Todos los proyectos son un reto y hay que estudiarlos a fondo; algunos nos hacen sentir una satisfacción mayor. Respecto al principal dilema ético que experimenté, en varias ocasiones se me sugirió una solución diferente a la que yo proponía solo para beneficio económico del dueño de una patente o un constructor. Obviamente, me opuse y finalmente se aceptó lo que planteé”.
Hoy nuestro interlocutor está retirado, al menos de la actividad regular en obra y de la academia, pero sigue activo con algunas inquietudes: “Mire, durante mi vida me quedé con espinitas en varias materias. Ahorita estoy tratando de sacármelas y me pongo a estudiar. Ya estoy retirado, pero me pongo a estudiar detallitos que me quedaron pendientes. Uno de los primeros trabajos que hice en el laboratorio de materiales fue medir el módulo de elasticidad de un concreto, y ahora me puse a estudiar cómo vibra un cilindro de concreto. Es un programita con el iPhone que mediante un golpecito, con el sonido que produce el cilindro de concreto, mide el módulo de elasticidad”.
Ya logró su propósito: “Lo tengo ya registrado. Está en mi iPhone, y ahora lo que estoy haciendo es una corrección por humedad, porque a veces el cilindro está saturado, aumenta su masa pero no su rigidez, y hay que hacer la corrección por humedad: en eso estoy”.
José Francisco de la Mora apunta que le da prioridad a la convivencia cotidiana con su esposa y sus nietos: “Y, como decía mi padre, estoy contento porque veo mi vida y digo que ha sido y es buena”
Entrevista de Daniel N. Moser