Alicia María Juárez Becerril Profesora del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia de la FCPYS, UNAM.
Reflexionar en torno a la cultura del agua desde la visión de las comunidades campesinas de ascendencia indígena es un asunto fundamental. Estas perspectivas tienen su origen en otras formas de ver la vida; hay una significación distinta del agua, sus procesos y condiciones. Para descubrir la importancia del simbolismo del vital elemento en la cosmovisión indígena es necesario partir de un enfoque histórico-antropológico que considere dichos procesos de reelaboración simbólica.
La representación simbólica del agua tiene muchos aspectos significativos en la religiosidad y cosmovisión indígena. Su filosofía entraña una concepción de la naturaleza que determina la manera de relacionarse con los recursos hídricos y con los fenómenos naturales asociados (Martínez y Murillo, 2016). Para reflexionar acerca de la cultura del agua en estas comunidades es preciso tener una visión holística en el campo de la meteorología indígena que atienda varios aspectos. El objetivo de este artículo es evidenciar algunos de ellos.
Etnometeorología e historia
El concepto de meteorología indígena o etnometeorología comprende diferentes claves estructurales o ejes temáticos que permiten analizarlo a detalle con una visión global: los especialistas rituales; la relación con el paisaje; el conocimiento de los elementos naturales y los tipos de rituales que llevan a cabo para la invocación de agua; las entidades sagradas con las que se interactúa para pedir el buen temporal y la colocación de ofrendas.

Desde la época prehispánica, en Mesoamérica, invocar el agua era un ritual indispensable y necesario, ejecutado por ciertos especialistas dedicados a dirigir las ceremonias (Broda 1991), establecer contacto con las divinidades para pedir “buenas aguas” y proteger a las comunidades de malos temporales, especialmente para lograr la semilla. Las numerosas generaciones de sacerdotes tuvieron una observación paciente de siglos; de ellas surgieron conocimientos complejos sobre su calendario en relación con el clima, especialmente sobre la manipulación del agua, el tipo y densidad de la lluvia, la formación de las nubes, la incidencia de los vientos y los aires, la intensidad de las tormentas, los huracanes y el granizo. Durante la época prehispánica las cuevas, los ojos de agua, los mares y los ríos fueron espacios de culto, por lo que estos ecosistemas hídricos forman parte del paisaje sagrado para las comunidades indígenas. La apropiación cultural del agua es un proceso vinculado con la filosofía, pero también con una relación con el paisaje.
Existen abundantes testimonios de cronistas que brindan información acerca de las fechas y fiestas del calendario mexica, y a través de ello se pueden identificar ritos de la lluvia y del maíz que estaban entrelazados con los ciclos estacionales. Otros elementos ecosistémicos inmersos en el ciclo del agua también forman parte de estos rituales. Por ejemplo, desde la época prehispánica, las montañas son consideradas contenedoras de agua. Se decía que las altas cumbres relacionadas con Tláloc eran generadoras de la lluvia (Broda, 1997).
Durante el periodo de la conquista se destruyó la organización prehispánica y los templos donde se transmitían los conocimientos. “Sólo sobrevivieron los conocimientos indígenas del pueblo campesino, prácticas y calendarios agrícolas” (Broda, 2012).
La ruptura histórica convirtió las prácticas meteorológicas indígenas en cultos ilícitos desarrollados en cerros y cuevas; de esta forma, el escondite fue una de las tácticas para preservar los antiguos cultos, y se produjeron así diversos procesos sincréticos. Con el paso de los años, la sociedad indígena mesoamericana mantuvo un vínculo particular con la naturaleza, puesto que las condiciones del medio ambiente y los modos de subsistencia precarios de las comunidades campesinas seguían sin grandes variaciones con respecto al pasado. Es por ello que hoy en día se observan prácticas rituales agrícolas de comunidades indígenas tradicionales, especialmente la petición de lluvias de abril a junio, dirigidas por los especialistas rituales, expertos en las labores del campo y conocedores del temporal.
Ritualidad que persiste
En la cultura mexicana actual es común encontrar una mezcla entre deidades prehispánicas y los santos cristianos junto con otros personajes que interceden para que haya un buen temporal. Se les pide agua a dueños del lugar, a los señores, a los ahuaques, a las potencias e incluso a los muertos. Los especialistas que están dedicados a convocar y propiciar la lluvia son los tiemperos, los graniceros, los ahuaques y los conjuradores, entre otros (Juárez, 2021). Se han detectado más de 30 nombres y designaciones en distintas zonas de la República mexicana. Se siguen realizando prácticas que requieren una preparación exhaustiva para poder pedir la lluvia, considerando la temporalidad de las precipitaciones en nuestro territorio.

Con respecto a los santos, entre los más venerados relacionados con el temporal están la virgen de la Candelaria y los santos Jorge, Marcos, Juan, Isidro, Pedro, María Magdalena, Santiago, Miguel y Bárbara (Juárez, 2013). La ritualidad contiene múltiples saberes practicados mediante la colocación de ofrendas y el paseo de los santos por los campos de cultivo, entre muchos otros. En México se presentan cuatro fechas fundamentales asociadas a distintos rituales (2 de febrero, 3 de mayo, 15 de agosto y 2 de noviembre) relacionados con el agua y el ciclo agrícola (Broda, 2004).
Existen muchos estudios con respecto a los aspectos religiosos, filosóficos y culturales asociados al agua. En algunos de ellos se ha estudiado la relación simbólica entre los animales y la lluvia, o los rituales u ofrendas en los cerros para pedir lluvias adecuadas para los campos de cultivo. Esta ritualidad también se expresa en los actos de la vida cotidiana y en la organización social, que de alguna manera ha sido reinterpretada y se ha articulado con la religión católica dominante. Pero es el núcleo agrícola el que da sentido a las festividades para solicitar la lluvia, y esto además implica la convivencia y organización entre los miembros de la comunidad.
Un ejemplo de estos rituales se presenta en el poblado de San Andrés de la Cal, en Tepoztlán, en donde se deja una ofrenda a los aires, dado que es el viento el que mueve a las nubes y éstas son las que traen el agua. En Chicontepec, Veracruz, un ritual de petición de lluvia incluye una visita al cerro Postectli y también darle de beber al pozo; ambos actos implican solicitar que no falte el agua en los campos. Conocidos son los rituales en el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl en mayo: se hace un recorrido de horas para dejar ofrendas y pedir lluvia. En otras localidades la gente sale con imágenes de sus divinidades a los campos para pedir la lluvia; si los santos no cumplen, son castigados, es decir, tienen una obligación con la comunidad y es mejor que cumplan con los temporales en beneficio de todos.
Reflexiones finales
La mayor parte de las regiones donde se asientan comunidades indígenas son territorios con gran biodiversidad y abundancia de recursos naturales (Martínez y Murillo, 2016) y, paradójicamente, son de los más marginados del país. Estas comunidades padecen conflictos por los recursos naturales debido a disposiciones de gobiernos y empresas que los alteran y permiten su explotación; tal contraposición se debe a las filosofías tan distintas en torno a la naturaleza, pues estas comunidades son herederas de una concepción cultural del agua que enlaza la naturaleza con una ritualidad consustancial a su cosmovisión, que aún persiste y vale la pena conocer, respetar y conservar.
Referencias
Broda, J. (1991). Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo de culto de los cerros en Mesoamérica. En: J. Broda, S. Iwaniszewski y L. Maupomé (Eds.). Arqueoastronomía y etnoastronomía. México: UNAM: 461-500.
Broda, J. (1997). El culto mexica de los cerros de la cuenca de México: apuntes para la discusión sobre graniceros. En: J. Broda y B. Albores (Coords.). Graniceros. Cosmovisión y meteorología indígenas de Mesoamérica. México: El Colegio Mexiquense: 49-90.
Broda, J. (2004). Ciclos agrícolas en la cosmovisión prehispánica: el ritual mexica. En: J. Broda y C. Good (Coords.). Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas. México: INAH: 35-60.
Broda, J. (2012). Observación de la naturaleza y ciencia en el México prehispánico: algunas reflexiones generales y temáticas. En: B. von Mentz (Coord.). La relación hombre-naturaleza. Reflexiones desde distintas perspectivas disciplinarias. México: Siglo XXI, CIESAS: 102-135.
Juárez, A. (2013). De santos y divinidades de la naturaleza. La interacción de los especialistas meteorológicos con las entidades sagradas. En: R. A. Gómez (Coord.). Los divinos entre los humanos: imágenes de santos en contextos culturales de ascendencia indígena. México: Artificio Editores: 127-155.
Juárez, A. (2021). De nombrar y designar: Hombres y mujeres rituales de la montaña. Narrativas Antropológicas INAH 4: 21-28. México: Dirección de Estudios en Antropología Social.
Martínez, J. L. y D. Murillo (2016). Introducción. Agua en la cosmovisión de los pueblos indígenas en México. México: Conagua, Semarnat.