A todas luces Enrique Tamez parece infundido de ingeniería, rodeado de ingeniería. Su profesión parece haber ocupado todos los espacios de su vida.
Es un hombre tranquilo; sus pocos ratos libres los dedicaba a leer y escuchar música. «Pocas veces me angustio por un problema técnico, que muchas veces es más humano que técnico», dice mientras recuerda las palabras de Casagrande: «Los problemas de la mecánica de suelos son simples, pero cuando se mete uno en los problemas de los hombres, las cosas se complican.»
A pesar de su carácter apacible y su aparente quietud, Tamez se reconoce en algún momento con inquietudes de cocinero (su padre tuvo una panadería), además de que nunca perdió su interés por la electrónica.
Con tres hijos adultos, hace memoria de su propio desarrollo en los estudios, en la vida:
Hay una serie de eventos que se van presentando en el tiempo, y en cada caso la solución para mi propio futuro encuentra una salida. Hay un momento en que digo: ¿y ahora, qué?, entonces se presenta una condición que casi, casi es una respuesta.
Eso digo: creo que he tenido mucha suerte, que cuando me ha tocado tomar decisiones básicas de mi propio desarrollo siempre ha habido una puerta abierta.