Nabor Carrillo Flores nació en la Ciudad de México en 1911, se graduó en la UNAM como ingeniero civil en 1939, recibió la beca Guggenheim y se doctoró en Ciencias en la Universidad de Harvard en 1942. Se convirtió pronto en uno de los mayores expertos internacionales en mecánica de suelos. En su corta vida acumuló elevados méritos académicos y científicos que lo ubican como uno de los grandes. En esta ocasión, la SMIG tiene el gran placer de reproducir el texto que elaboró uno de sus maestros, otro de los grandes, en ocasión de un merecido homenaje realizado en 1969 por la entonces SMMS, con motivo de su sentido fallecimiento. Esperamos que este relato trascienda en el ánimo de las nuevas generaciones de geotecnistas.

Arthur Casagrande
Es en verdad merecido homenaje a Nabor Carrillo el publicar este volumen en su memoria, e incluir una selección de sus importantes contribuciones a la mecánica de suelos, así como una serie de trabajos referentes al hundimiento de la Ciudad de México, que fue el tema de su primera gran contribución, y sobre el Proyecto Texcoco, su última y más importante aportación a la mecánica de suelos aplicada. Es un gran privilegio para mí escribir, en este capítulo introductorio, mis impresiones acerca de este hombre notable y excepcional amigo.
Conocí a Nabor Carrillo en junio de 1936, cuando era el miembro más joven de la Delegación Mexicana al Primer Congreso Internacional de Mecánica de Suelos e Ingeniería de Cimentaciones, que se reunió en la Universidad de Harvard. Hoy, un tercio de siglo más tarde, principalmente por iniciativa de Nabor Carrillo, el VII Congreso Internacional se reunirá en la Ciudad de México. Fue él quien encabezó el Comité Organizador Mexicano hasta su prematura muerte, el 19 de febrero de 1967.
Durante los años de 1940 a 1942, Nabor Carrillo estudió en la Universidad de Harvard, donde rápidamente se hizo notar y ganó la duradera amistad de Karl Terzaghi y Harold Westergaard. En mis cursos sobresalió como el estudiante más brillante al que he tenido el privilegio de enseñar durante mis 37 años en la Universidad de Harvard. En muchas ocasiones su respuesta a un tema de clase fue sorprender a su profesor al día siguiente con una contribución original y significativa. Demostraba su habilidad al reconocer de inmediato lo esencial de cualquier problema, y entonces analizarlo matemáticamente utilizando un camino elegante y muchas veces asombrosamente simple. Muchas de estas contribuciones espontáneas fueron publicadas y muchas otras debieron haberlo sido, incluyendo capítulos de su brillante tesis doctoral titulada “Investigaciones sobre la estabilidad de taludes y cimentaciones”. Como ejemplo se reproduce, de su propio puño y letra, una hoja que me entregó un día de mayo, 1941, en la cual calculó la presión de poro inducida en un suelo con propiedades anisotrópicas-elásticas. En otra pequeña contribución que me dio en junio del mismo año, derivó la ecuación diferencial de la consolidación para un suelo anisotrópico como sigue:

Concluyó que transformando la geometría este problema podría ser tratado como si el material tuviera un solo coeficiente de permeabilidad kz.
En junio de 1942, Nabor Carrillo recibió el título de Doctor en Ciencias de la Universidad de Harvard. Regresó a la Ciudad de México y se iniciaron los 25 años de su rápido ascenso profesional, empezando como catedrático en la Universidad Nacional Autónoma de México, siguiendo poco tiempo después su nombramiento de coordinador de la Investigación Científica, y luego por ocho largos y arduos años en los cuales guio a su universidad como rector, durante el periodo en que ésta tuvo su más notable crecimiento. Finalmente, en la última fase de su carrera profesional, fue miembro de la Comisión Nacional de Energía Nuclear de México, sirviendo adicionalmente a su gobierno en ocasiones especiales como embajador científico.
Como jefe de la Sección de Física de Suelos de la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, N. Carrillo fue instrumento promotor de un amplio estudio acerca de las condiciones poco comunes del subsuelo de la Ciudad de México, y de la iniciación de observaciones amplias y detalladas del hundimiento general de dicha ciudad. Tuvo la fortuna de encontrar la colaboración de ingenieros tan hábiles como F. Hiriart, R. J. Marsal y el desaparecido R. Sandoval, que llevaron a cabo estas investigaciones con un detalle y competencia poco usuales. Una condensación del extenso volumen de información que resultó de estos esfuerzos fue preparada por R. J. Marsal y M. Mazari, y publicado en 1959 por el lnstituto de Ingeniería de la UNAM, con el título “El subsuelo de la Ciudad de México”.
Por medio de sus propias investigaciones, N. Carrillo pudo demostrar, más allá de cualquier duda, que el hundimiento general de la Ciudad de México era causado principalmente por la intensa extracción de aguas subterráneas con pozos profundos. Publicó sus conclusiones en su trabajo clásico “La influencia de pozos artesianos en el hundimiento de la Ciudad de México”. Este trabajo tuvo un efecto catalítico sobre los ingenieros mexicanos especializados en cimentaciones y motivó la decisión, por parte de las autoridades de la ciudad, de prohibir la perforación de nuevos pozos de agua dentro del área urbana. Esta veda posteriormente se hizo extensiva a otras áreas del Valle de México.
Unos años más tarde, N. Carrillo atacó un problema similar, pero aun más difícil: la investigación de las causas del hundimiento de la ciudad de Long Beach, California. Para este fin, desarrolló una novedosa solución de la teoría de elasticidad que denominó “teoría de los centros de tensión”. Con ella pudo demostrar que los hundimientos eran causados por el bombeo de petróleo proveniente de tres zonas separadas, localizadas a una profundidad de más de mil metros. El éxito de este brillante análisis matemático no cegó a N. Carrillo acerca de las grandes limitaciones que tiene un enfoque puramente teórico de los problemas de la mecánica de suelos aplicada. En una de sus conferencias que dictaba anualmente a mis estudiantes, enfatizó que su teoría de los centros de tensión era uno de esos casos raros en que la solución a un problema práctico de mecánica de suelos podía ser obtenida aplicando la teoría de la elasticidad.
Nabor Carrillo influyó para que muchos estudiantes prometedores e ingenieros jóvenes se especializaran en mecánica de suelos y tuvo éxito en obtener el suficiente apoyo financiero para la investigación en dicho campo. Se debe básicamente a sus esfuerzos que México haya alcanzado su actual posición eminente en la mecánica de suelos teórica y aplicada.
Hablando de mecánica de suelos aplicada, no debería uno olvidar mencionar sus trabajos realizados como ingeniero consultor privado, que se extendieron durante un periodo de 10 o más años, después de su regreso a la Ciudad de México, en 1942. De 1942 a 1947 fue también consultor permanente de la Comisión Nacional de Irrigación, para la cual ya había trabajado antes de ir a Harvard. Entre los proyectos más importantes en los cuales N. Carrillo participó para dicha comisión se pueden citar la presa de La Angostura, una cortina en arco de concreto de 92 m de altura, para cuya solución aplicó el método de “cargas de ensaye”; el tratamiento de la cimentación de la presa Sanalona y la determinación de la resistencia al esfuerzo cortante de los mantos limoarenosos parcialmente saturados en la cimentación de la presa El Azúcar.
Los proyectos de cimentación de estructuras, para los cuales fue llamado como consultor privado, incluyeron investigaciones sobre el asentamiento de importantes edificios para hospitales y hoteles; la Basílica de Guadalupe (1951) y el Palacio Nacional (1952). En 1952 también investigó las grietas profundas que resultaron del bombeo de aguas saladas del subsuelo en El Caracol, el concentrador solar de salmuera en la zona del Lago Texcoco. En 1954 sus investigaciones de los fuertes hundimientos diferenciales en el Hospital de Infecciosos lo llevaron a la conclusión de que éstos fueron causados por fricción superficial en los pilotes.
Aun después de que sus absorbentes ocupaciones administrativas en la universidad le obligaron a suspender sus actividades como consultor privado, y de que aceptó un puesto clave en la Comisión de Energía Nuclear, continuó manteniendo y mostrando su interés en la mecánica de suelos. Finalmente, por una fertilización cruzada de ideas tan separadas de la ingeniería como son la energía nuclear y la mecánica de suelos, tuvo la visión de una extraordinaria solución a los dos grandes problemas que afectan a la Ciudad de México, como son el insuficiente abastecimiento de agua potable y el continuo hundimiento de la ciudad. Las extensas investigaciones realizadas para este “Proyecto Texcoco”, de propósitos múltiples, las cuales se extendieron durante un periodo de varios años, demostraron que el objetivo principal de este proyecto, la conservación y uso efectivo de todos los recursos potenciales de agua del Valle de México, puede ser alcanzado en gran parte aun sin el uso de la energía nuclear.
Cuando Nabor Carrillo expuso por primera vez a sus colegas su concepción del Proyecto Texcoco, aun ingenieros de reconocido prestigio dudaron de que tan ambicioso proyecto se pudiera realizar. Si una proposición como ésta me hubiera sido hecha por alguien que no fuera N. Carrillo, dudo mucho que le hubiera prestado consideración seria alguna. Sin embargo, todos aquellos que han estado conectados con las investigaciones referentes al Lago de Texcoco están de acuerdo ahora en que la factibilidad de este proyecto ha quedado demostrada. Su ejecución sería un digno monumento al genio de Nabor Carrillo.

Para finalizar, quisiera decir algunas palabras sobre la notable combinación de talentos y cualidades humanas de N. Carrillo, que explican sus logros en ciencia, ingeniería y relaciones humanas. Entre los hombres brillantes que he conocido, solamente N. Carrillo combinaba tan bien las cualidades de un científico de mente clara y matemática con la visión de un gran estadista y la apreciación de un ingeniero de lo que humanamente es posible. Sus mayores logros dependieron particularmente de su visión, su habilidad para prever claramente en el futuro las necesidades de su país y las de sus conciudadanos, así como de su talento casi sobrenatural para influir en el pensamiento de aquellos cuyo apoyo necesitaba, una habilidad basada a su vez en un profundo conocimiento de la naturaleza humana y una genuina y cálida preocupación por el bien de su prójimo. En su presencia, hombres con objetivos divergentes o antagónicos en algunos casos súbitamente se interesaban por cooperar en un proyecto para el bienestar humano. Su sola presencia parecía crear una estrecha unión entre hombres, los cuales de otra manera no podían encontrar una base común para la solución de cierto problema. Ese encanto magnético lo rodeaba y acompañaba a cualquier parte adonde iba. Fue un catalizador humano por excelencia
Versión en español de Roberto Graue y Dieter Kraemer.