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Revista Ingeniería Civil 623 Septiembre 2021

Luis Robledo Cabello Coordinador del Comité de Infraestructura del CICM

Deben abordarse con sumo detalle los aspectos de necesidad, justificación, relación costo-beneficio, ambientales, técnicos, legales, financieros, económicos, políticos y sociales, con activa participación de los sectores involucrados para garantizar un resultado efectivo.

IC: ¿Cuáles son las incumbencias del Comité Técnico de Infraestructura del CICM?

Luis Robledo Cabello (LRC): El colegio tiene 13 comités técnicos por especialidades de la ingeniería civil; todos sesionan una vez al mes. El promedio de integrantes de cada uno de ellos es de 40 ingenieros, y en varios de los comités hay subespecialidades. Es un mundo complejo el de la ingeniería civil y para el Consejo Directivo no es fácil estar en contacto permanente con los 13 comités. Por ello se decidió crear el Comité Técnico de Infraestructura, para servir de coordinador entre los comités y al mismo tiempo de enlace entre éstos y el Consejo Directivo del CICM a través de su presidente y del vicepresidente Técnico y del de Planeación. El comité a mi cargo se encarga de coordinar los trabajos de todos los comités y de ser facilitador de las labores de los demás comités. No da lineamientos, cada comité técnico tiene entera libertad para trabajar como juzgue conveniente.

IC: ¿Cuál es el planteamiento general del CICM respecto a los grandes proyectos de infraestructura?

LRC: Acabamos de tener un seminario con los franceses de la Sociedad General del Gran París sobre ese gigantesco proyecto; tienen más de 10 años planeándolo y estudiándolo y apenas están en su fase de inicio; eso les da una idea de la complejidad de los megaproyectos de infraestructura. Estudiaron y planearon la atención de los aspectos ambientales, técnicos, sociales, financieros y políticos, entre otros, para integrar y lograr la anuencia de toda la población alrededor de París. Ha sido un trabajo de muchos años, y de allí tomamos nota de algo que para la ingeniería mexicana es muy evidente: cualquier gran proyecto de infraestructura requiere mucho tiempo si se desea que sea exitoso; suele implicar años de planeación, estudios, investigación y acciones sociales, ambientales y financieras de gran profundidad antes de definirse su concreción.

IC: Los comités técnicos del colegio tienen mucho tiempo. En los años más recientes parecen haber logrado mayor protagonismo. ¿Es así?

LRC: Bueno, los comités siempre han sido muy activos y con el tiempo han surgido nuevos. Por ejemplo, hasta hace dos años no existía el Comité Técnico de Planeación, que trata un aspecto primordial para toda obra de infraestructura.

El colegio viene luchando desde hace tiempo, insistiendo ante el Poder Legislativo para que, además de un Plan Nacional de Desarrollo, sea una obligación el contar específicamente con un Plan Nacional de Desarrollo de la Infraestructura, con horizonte de mediano y largo plazo.

IC: ¿Usted nota un cambio en la dinámica de funcionamiento de los comités técnicos?

LRC: Sí. Se ha incrementado su actividad, por lo menos desde la administración anterior a la actual, y en ésta se está manteniendo un buen nivel.

IC: ¿El colegio sólo atiende a través de los comités técnicos los proyectos que van surgiendo como iniciativa pública, o también –a propósito del Comité de Planeación– está planteando alternativas de su propia iniciativa?

LRC: En cada comité técnico participan ingenieros del sector público (SCT, hoy SICT; CFE, Pemex, Conagua…) y del empresarial que pueden tener visiones distintas y hasta divergentes que deben encararse positivamente, como una forma de enriquecer un debate para obtener mejores resultados. También se invita a especialistas de otras disciplinas vinculadas a la ingeniería civil como son los economistas, los arquitectos y los licenciados en Derecho.

Respecto a las iniciativas del CICM, por ejemplo, el Comité Técnico del Agua elaboró un esquema preliminar de lo que podría ser un Plan Nacional Hídrico relacionado con la gestión del agua y con la infraestructura, que no se ha hecho público.

IC: ¿Por qué?

LRC: Antes queremos convencer al gobierno federal de su importancia, generar sinergia con las autoridades y el empresariado para lograr que se llegue a una conclusión positiva sobre la importancia de la planeación del desarrollo de la infraestructura en escalas sectorial y regional.

IC: A propósito del sector hídrico, en el cual usted se ha desempeñado particularmente, ¿considera que se deben construir nuevas fuentes de abastecimiento para la Ciudad de México, y en tal caso, cuáles?

LRC: La población de la Ciudad de México es sólo el 40% de la Zona Metropolitana del Valle de México. La atención debe ponerse en los servicios a la población de toda la zona metropolitana del valle en su conjunto, aunque estamos conscientes de que administrativamente existen responsabilidades del gobierno de la CDMX y del Estado de México de manera independiente, pero al mismo tiempo, por fortuna, con algunos buenos intentos de coordinación, aunque no suficientes.

Aplaudo al gobierno de la Ciudad de México por haber iniciado un programa de sectorización del servicio de agua potable para tratar de reducir la presión del agua en las tuberías y la magnitud de las fugas. Las fugas dependen mucho de la presión del agua en las tuberías, pero no solamente de eso: dependen de la edad de las tuberías, de si el agua se sale por los tubos que van por las calles o en las tomas domiciliarias. Hay un documento de la Comisión Nacional del Agua que establece que aproximadamente la mitad de las fugas son por las tomas en el domicilio de los usuarios, no por las tuberías, y esto es extraordinariamente complicado corregirlo, porque hay millones de tomas domiciliarias en el Valle de México.

Hay otras iniciativas que a mi juicio deberían considerarse. El ingeniero Gerardo Cruickshank desarrolló una interesante opción para la cosecha del agua de lluvia en la extinta Comisión del Lago de Texcoco: no se trataba de hacer pozos para infiltrar el agua de lluvia; simplemente se basaba en cambiar la pendiente a los terrenos del oriente del ex Lago de Texcoco y hacer horizontales algunos predios, luego un escalón vertical y otra vez horizontal el terreno del siguiente predio, y así sucesivamente, estabilizando las obras con terraceos y siembra de magueyes. Los predios horizontales se encharcan e infiltran el agua al subsuelo; es un proceso de infiltración muy económico, que existe en muchos países, sobre todo del oriente del planeta.

Otra medida urgente consiste en reducir los consumos, y para ello es necesario cobrar los servicios del agua al precio que realmente tienen para poder cubrir costos de operación, conservación y mantenimiento y generar recursos adicionales para invertir en la ampliación y la modernización del sistema hidráulico de todas las zonas urbanas del Valle de México. Sin duda un precio justo y equitativo, pero suficiente, abonaría para que se haga un uso más racional del agua por parte de la población reduciendo los consumos.

Las tarifas actuales ya están en función del consumo pero no reflejan los costos reales del servicio; además, hay una cantidad insuficiente de medidores en los domicilios, y un gran porcentaje de los instalados no funcionan. Los medidores se descomponen con relativa facilidad y se requieren talleres de reparación de medidores para retirarlos, repararlos y volverlos a instalar.

IC: ¿Son necesarias nuevas fuentes de abastecimiento para la Zona Metropolitana del Valle de México?

LRC: En primer lugar, el objetivo fundamental es reducir la sobreexplotación del acuífero.

En el valle sacamos el doble del agua que se infiltra al subsuelo, por eso hay que meterle más agua al subsuelo; debería ponerse en práctica la iniciativa de cosecha del agua de lluvia del ingeniero Cruikcshank; pero eso por sí solo no va a resolver el problema; puede contribuir con una reducción tal vez de un 5% de la sobreexplotación del acuífero.

Otra posibilidad que hay que fomentar son las captaciones de agua de lluvia dentro de los domicilios, lo cual requiere contar con superficie suficiente en cada predio y tener capacidad familiar para aplicar la inversión necesaria. A lo mejor las captaciones domiciliarias de agua de lluvia ayudan con otro 5 o 10%. Hasta ahí vamos con 10 o 15% de reducción de la sobreexplotación del acuífero, pero hasta ahí llegamos con esas medidas.

Una medida más es la reforestación para propiciar la retención e infiltración natural del agua en las nuevas zonas arboladas, posibilidad que se ha ignorado por completo durante décadas, aunque su impacto es más difícil de cuantificar y no considero que pueda tener un efecto importante en la reducción de la sobreexplotación, aunque nunca será despreciable su contribución y es de poca inversión y con un impacto ambiental y ecológico muy favorable.

IC: ¿En qué medida una información en lenguaje apropiado y de manera insistente sobre los costos del servicio público y los costos de la compra de agua embotellada y en pipas puede ayudar a generar conciencia en los usuarios?

LRC: El consumo del agua embotellada no es un problema de insuficiencia del servicio, aunque en zonas con bajo nivel de suministro pudiera serlo; es un problema de desconfianza. La gente desconfía del agua de la llave para beber y para cocinar, por eso compra agua embotellada; y va a seguir desconfiando, porque considera que el agua no es potable. Pero el agua en las tuberías es potable, está clorada; sin embargo, cuando llega a los tinacos de los domicilios y se queda ahí, con el tinaco lleno de tierra, basura, animales microscópicos, etc., pierde la calidad. Este es un problema que veo muy difícil de resolver, y las familias seguirán comprando agua embotellada o instalando filtros en sus domicilios, lo cual es mucho más económico.

IC: Vuelvo al punto de nuevas fuentes de abastecimiento de agua para el Valle de México.

LRC: Recargar un acuífero con agua residual tratada es costoso. Hay una norma muy exigente de infiltración de agua para impedir contaminar el acuífero si el agua no está bien tratada; esa norma hace que resulte costoso el tratamiento del agua para poder infiltrarla. Tal vez resulte igual o más barato traer agua de una fuente lejana que tratarla e infiltrarla. Además, no estoy seguro de que la sociedad del Valle de México acepte utilizar agua residual tratada, infiltrada al acuífero, recuperada y potabilizada para incorporarla a las redes de distribución y beberla. Es un problema sociológico que no se ha estudiado en nuestro país.

IC: ¿De cuáles cuencas podría traerse el agua?

LRC: Hay varias: la parte alta del río Tecolutla tiene el antiguo Sistema Necaxa, que es un sistema de generación hidroeléctrica. La Conagua ya tenía un proyecto de acueducto para traer agua de allí, no a la Ciudad de México sino a la zona metropolitana, con la gran ventaja de que llegaba por el norte y por el este, que es por donde no llega el agua del Cutzamala; pero en este caso la Secretaría  de Energía de la administración federal 2012-2018 concesionó el Sistema Necaxa para que genere energía, empleo e ingresos al Sindicato Mexicano de Electricistas, y con esa decisión, al menos hasta el momento, se canceló esa fuente que tenía enormes ventajas para la zona metropolitana.

IC: ¿Cuál otra fuente?

LRC: La siguiente fuente es el acuífero del Valle de Tula, en el estado de Hidalgo. El agua superficial no sobra allí; el fenómeno de inundaciones reciente es algo que no tenía precedentes. Durante muchas décadas se ha regado esa zona con el agua residual que sale del Valle de México, el acuífero regional se ha estado recargando y actualmente tiene la capacidad para extraerle del orden de 5 a 7 metros cúbicos por segundo, que no resuelven el problema de la zona metropolitana pero aportan un avance a la solución del problema. En este caso, la dificultad estriba en que los agricultores de esa zona, el antiguo Valle del Mezquital, plantean que, si hay agua en el acuífero, se podría sacar, pero para ampliar la zona de riego: no es fácil que permitan que se lleve el agua a la zona metropolitana del Valle de México.

Aunque la fuente es apropiada, por lo que acabo de comentar, dudo que sea factible socialmente traer el agua del estado de Hidalgo.

IC: ¿Otras opciones?

LRC: La siguiente fuente, no tan cercana, es la parte media del río Balsas. Si uno va rumbo a Acapulco por carretera hay una población que se llama Amacuzac. Por allí cerca pasa el río Amacuzac, que es uno de los tributarios del Balsas. Al Amacuzac le llega el agua del Popo por el oriente y del nevado de Toluca por el poniente.

El río Balsas tiene del orden de 50 mil millones de metros cúbicos de escurrimiento anual. Si se capta un caudal de 20 metros cúbicos por segundo –con eso se pararía la sobreexplotación del Valle de México–, su volumen sería un poco mayor de 600 millones de metros cúbicos al año.

IC: Seiscientos millones parece ser una toma insignificante para los 50,000 millones.

LRC: Considero que no se le hace ningún daño al Balsas ni a sus usuarios, pero es un proyecto con inversión y costos de operación importantes, un poco más que el Cutzamala porque requiere más bombeo y porque hay que construir dos presas: una del lado del agua que baja del nevado de Toluca, ya en la parte media del Balsas, y otra que baja del Popo y que pasa por Cuautla. Además de las dos presas, debe hacerse una planta potabilizadora y un acueducto como el del Cutzamala.

El agua del Amacuzac podría entrar al Valle de México por un túnel en la zona de Milpa Alta, cuyo trazo iniciaría por la zona de Yautepec, y del otro lado de la sierra del Chichinautzin (Ajusco) llegaría a la zona de Milpa Alta, por lo cual llegaría a la zona de Chalco y de ahí se puede distribuir a todo el oriente de la zona metropolitana, que no se abastece más que de agua de pozos y es la más sobreexplotada.

IC: Usted dice que es una obra muy cara. ¿Muy cara comparada con qué? Porque, por ejemplo, si llega un momento en que la zona metropolitana se queda sin agua, lo que sería una grave crisis, pues esa obra no termina siendo tan cara, ¿o sí?

LRC: El agua negra tratada e infiltrada al acuífero, y luego extraída, potabilizada y distribuida, creo que sería una solución con un costo parecido al del río Balsas. A la población le daría miedo utilizarla, pero lo haría porque no le quedaría otra.

La cosecha de agua de lluvia, el control de fugas, la disminución de los consumos per cápita… hay que hacer todo porque todo suma.

IC: Otro tema en la zona metropolitana es el drenaje del valle. ¿Ya está lo que se necesita, o hace falta algo más? Y en tal caso, ¿qué sería?

LRC: Entre el Canal Emisor del Poniente, el Túnel Emisor Central y el Túnel Emisor Oriente considero que hay capacidad suficiente para sacar el agua del Valle de México. El problema es llevar el agua a ese canal y a los dos túneles principales, porque no atraviesan la ciudad; están en la parte norte. Entonces, hay que llevar el agua desde el Ajusco, desde Chalco, etc. hasta ellos, pero no existe la infraestructura suficiente, y la que existe está muy dañada porque las tuberías del drenaje pluvial son de concreto. En la época en que no llueve, solamente circulan aguas negras, que despiden gases, y los gases se van comiendo los “techos” de las tuberías hasta que se adelgazan, se colapsan y se forman los socavones.

IC: ¿Cuáles son hoy a su juicio los desafíos en el ámbito nacional en materia de agua?

LRC: Son varios los desafíos. El servicio de agua potable en cinco años o diez años, en muchas ciudades, va a estar en crisis. Por ejemplo, Chihuahua tiene un grave problema de abastecimiento de agua potable; ya tiene tandeos en los servicios de toda la ciudad y hay gente que recibe el agua un día a la semana, otra parte que la recibe dos días, pero sólo medio día de cada uno, etc. Los acuíferos alrededor de Chihuahua están iguales o peores que los del Valle de México; ya no aguantan que se les saque más agua. La única accesible es la del río Conchos, pero el problema es la obligación de entregar a los estadounidenses la cantidad establecida en los compromisos internacionales. La única manera de atender el problema de Chihuahua es tecnificando los distritos de riego, para que el agua ahorrada pueda llevarse a la ciudad.

Está también Puebla; el agua de los pozos tiene el problema de que es poca y contiene elementos químicos como azufre, lo que requiere que sea tratada antes de distribuirse, y el costo es alto. Si se llegara a tomar agua de Tecolutla… si yo fuera el gobernador de Puebla exigiría que, por lo menos, 2 o 3 metros cúbicos por segundo fueran para Puebla. Y así están la mayor parte de las ciudades del altiplano y del norte del país.

IC: Se ha referido a zonas donde el agua escasea hasta puntos críticos en el corto y mediano plazo, pero ¿qué puede comentar de las zonas donde el agua genera problemas por su abundancia o, mejor expresado, donde se ha urbanizado o generado infraestructura sin considerar las frecuentes inundaciones?

LRC: Antes de pasar a las inundaciones, quisiera comentarle otra prioridad. Creo que se cometió un grave error al llegar a la necesidad de importar 10 millones de toneladas de granos a México; con la tasa de crecimiento poblacional, en 20 años vamos a estar importando 20 millones de toneladas –con la fuga de divisas que eso implica–, y no se considera que tengamos superficies con características agrícolas para poder producir esos 20 millones de toneladas: los 10 millones que ya se importan y los 10 que se van a necesitar dentro de una o dos décadas. Opino que es muy importante dar prioridad a las zonas de riego y de temporal tecnificado para aumentar la producción de granos, que son los que consume la población más pobre del país.

IC: Punto relevante, sin duda. ¿Qué con las zonas inundables?

LRC: El problema de las inundaciones siempre ha existido, desde la época precolonial. Tenochtitlan se inundaba, Chalco se inundaba, es decir, el sistema lacustre del Valle de México implicaba inundaciones. Lo mismo sucede en Tabasco; se inundaba desde antes de existir Villahermosa.

IC: A eso me refería: construir una ciudad en una zona inundable.

LRC: Efectivamente, grave error es construir una ciudad y alrededor de ella numerosos desarrollos habitacionales en una planicie costera por donde escurren tres ríos importantísimos: el Grijalva, el río de la Sierra y relativamente cerca el Usumacinta.

Un error mayor fue permitir, con tal antecedente, el desarrollo posterior de muchas comunidades a 20, 30 o 40 kilómetros alrededor de Villahermosa, ubicadas en zonas cien por ciento inundables. Villahermosa ya era inundable, pero los pueblos que han crecido alrededor son más inundables aún. Ahí puede subir el agua uno o dos metros cada ocho o 10 años cuando bajan corrientes muy importantes de los ríos que no están controlados, porque los habitantes de las zonas en las que se pueden construir las presas para controlar esos ríos y reducir –no evitar– la magnitud de las inundaciones no quieren que se construyan las presas. O construyes las presas o mudas a esa gente, pero son poblaciones ya de 5 mil, 10 mil, 15 mil habitantes, y no es tan fácil trasladarlas.

IC: En Veracruz hay un panorama similar.

LRC: En Veracruz ocurre en la zona del Papaloapan; el problema mayor es que los presidentes municipales duran tres años, y el impuesto predial es uno de sus ingresos más fuertes, así que, con tal de tener ingresos, autorizan desarrollos urbanos en zonas inundables.

IC: ¿Qué recomienda ante tales situaciones?

LRC: Las inundaciones en Tabasco, a mi juicio, son irremediables, aun cuando se opere a niveles más bajos la presa del Grijalva; eso no va a resolver el problema porque la cantidad de agua que aporta el Grijalva a Villahermosa es muy pequeña, son 700 metros cúbicos por segundo, y la que baja por los ríos que llegan de la sierra –que no están controlados– es cinco o seis veces más grande que eso: son 3,500 o 4,000 metros cúbicos por segundo. De las más recientes inundaciones responsabilizaron al Grijalva y a la CFE, pero opino que no es correcto. El problema son los ríos de la sierra y el Usumacinta, que no están controlados y que probablemente nunca lo estén.

IC: ¿No hay posibilidad de una decisión política de nivel federal?

LRC: Hay posibilidades, pero considero que tienen que ser locales con apoyo federal. Se pueden encauzar los ríos: hay una planicie costera que tiene 50 o 60 kilómetros de ancho; ¿qué pasa si se expropia una franja, por ejemplo, de 5 kilómetros de ancho, y a ambos lados de esa franja se construyen unos bordos de 4 o 5 metros de altura? Llega la avenida y en ese espacio de 5 kilómetros de ancho y 4 metros de altura se puede hacer circular el agua de los ríos de la sierra para conducirla al mar. Esto ya se hace en el río Bravo; del lado mexicano hay un cauce de alivio de las avenidas con dos bordos con una importante separación para encauzar las avenidas cuando ya no le caben al río Bravo, y lo mismo existe del lado de Estados Unidos.

IC: Suena factible.

LRC: Es costoso y no es sencillo. Hay que adquirir la tierra para el o los cauces de alivio que podrían seguir el trazo de algunos ríos existentes.

IC:¿El costo de atender cada tanto la infraestructura inundada no resulta más alto?

LRC: Así es. Soluciones en ingeniería las hay, como represas de control de avenidas –aunque veo muy difícil que la gente acepte su construcción– o cauces de alivio para encauzar las aguas hacia el mar sin que se dañe a la población.

IC: Existe una relación cada vez más intensa de los comités técnicos con el congreso bienal del colegio. Hubo una participación importante en el 30 Congreso y también la va a haber en esta edición 31, en noviembre próximo. ¿Qué nos puede comentar al respecto?

LRC: Casi el cien por ciento de la estructura y de los trabajos que se presentan en un congreso se generan en los comités técnicos. La parte técnica de un congreso, que es la fundamental para dar a conocer la visión de los ingenieros civiles del gremio, es el mensaje que la ingeniería civil mexicana quiere darle no solamente al gremio, sino a la sociedad, el cual es generado fundamentalmente por los 13 comités técnicos.

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