4 octubre, 2024 5:52 am

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La infraestructura urbana y las ciudades bienestar

Luis Javier Castro Castro Ingeniero civil especialista en urbanismo sistémico.


El desarrollo de una ciudad se observa en el bienestar humano que ofrece. La percepción y comprensión de una ciudad se incrementa cuando se tiene la oportunidad de habitarla y estudiarla, porque es entonces cuando se vuelven evidentes los muchos temas que intervienen integralmente para que logre un alto nivel de bienestar. En pocas palabras, el bienestar de una ciudad se logra y se mantiene por la unión y simbiosis de un sinnúmero de componentes que en este artículo se exponen.

 

Es importante entender la diferencia entre los conceptos de calidad de vida y bienestar humano (BH); profundizar en ellos es motivo de otro artículo, en el presente sólo se dan algunas referencias y se aborda de forma sucinta el concepto de bienestar humano, para entonces exponer qué se entiende por “ciudades bienestar”.

El término “calidad de vida” empezó a abordarse en el decenio de 1960 y cubría temas de medio ambiente y aspectos muy generales de la vida urbana; es éste un concepto impreciso, y no existe una teoría única que lo defina. Por otro lado, el concepto de bienestar humano tampoco es uno que cuente con una teoría base ni es generalmente aceptado; sin embargo, cubre aspectos no incluidos en el concepto de calidad de vida. El BH tiene como eje central la felicidad de la población, y establece la posesión de bienes como uno de los medios principales para alcanzarla; además, le otorga relevancia a la satisfacción personal con la vida, lo cual considera se logra cuando hay una conjugación entre el ser humano, su entorno físico y la sociedad, donde se incluyen las condiciones objetivas y subjetivas que le permiten ciertas oportunidades para su realización personal y profesional. El entorno físico se refiere principalmente a la infraestructura urbana.

Una ciudad bienestar tiene como grandes objetivos el empleo permanente de diversos tipos, generado por actividades económicas dentro del marco de la ley; una imagen urbana que a locales y extranjeros agrada; servicios públicos eficientes y accesibles para población de altos o bajos ingresos; impuestos locales de aplicación transparente, nacidos de mutuos acuerdos entre sus gobernantes y la sociedad contribuyente que actúa como la mejor garante de su efectividad; autoridades comprometidas con lo que prometen y ejercen con honestidad y eficacia, con niveles mínimos de improvisación, con finanzas públicas sanas, inversiones públicas ligadas a metas específicas de fomento al desarrollo económico de la ciudad; transporte público de alta calidad; educación y salud de alto nivel y cobertura, y vivienda digna para todos, con infraestructura y equipamiento de calidad mundial, áreas verdes en todas las zonas de la ciudad, seguridad pública incorruptible, gobernabilidad de la ciudad en su conjunto, etcétera.

 

Desarrollo económico e infraestructura urbana como garantes

Lo hasta aquí expuesto se da como resultado de diversas acciones integrales; proviene del trabajo eficiente y efectivo de sus autoridades y la sociedad en su conjunto, esta última demandando en forma permanente que las cosas se hagan bien, derivadas de procesos contemporáneos de planeación, ejecución y evaluación. De lo contrario, en lugar de ciudades con niveles de bienestar alto tendremos ciudades que tienden a la decadencia, y será menos probable que lleguen a pertenecer al grupo de las ciudades globales más competitivas.

Las ciudades son las columnas de las economías nacionales. En la economía global en que actualmente vivimos, no son los países los que compiten entre sí, sino sus ciudades. En la medida en que empecemos a reconocer a nuestras ciudades como componentes relevantes del desarrollo económico nacional, estaremos en posibilidad de fortalecer el bienestar de sus habitantes. Además, en este contexto, la infraestructura, equipamiento y servicios dentro de nuestras ciudades son factores de la mayor relevancia para garantizar la efectividad y eficiencia en la productividad y así apoyar la economía urbana y por consiguiente la del país.

Hacia un nuevo modelo urbano

En la medida en que empecemos a ver a nuestras ciudades y los municipios que las componen como detonadores del desarrollo económico nacional, estaremos en posibilidad de fortalecer a nuestras ciudades como lo que realmente deben ser: la fuente y motor de generación de empleos y mejora de nivel de BH para sus habitantes.

En México debemos pasar de un modelo tradicional de intervención urbana altamente normativo, rebasado por la realidad actual del país y del mundo, a un modelo nuevo. Tenemos que pasar al enfoque de generar empleos permanentes en nuestras ciudades, al del énfasis en la inversión local; de la visión del espacio económico como sólo algo físico para ubicar parques industriales, al del espacio económico que apoya a la ciudad como unidad productiva en varios sectores económico-sociales e identificar y apoyar clústeres o corredores urbanos que se apoyen conjuntamente; debemos capturar las plusvalías generadas por las inversiones federales en las ciudades para reinvertirlas en proyectos locales de tipo social, y pasar del modelo tradicional en que los tres órdenes de gobierno deben encabezar todo al modelo en que el gobierno se vuelve ejecutor de acciones de incentivos que promuevan el orden y desarrollo económico y un facilitador de las acciones del sector privado de la ciudad, que es el que genera los empleos.

Para lograr que las ciudades tengan un desempeño más eficaz tanto en lo nacional como internacionalmente es necesario apoyarlas más allá de enfoques predominantemente de diseño urbano y sectorial, la mayoría de las veces desvinculados. Es necesario promover la formulación de estrategias de desarrollo económico participativo de la ciudad en donde los tres órdenes de gobierno fomenten y faciliten la suma de esfuerzos de todos los actores locales relevantes con el objetivo común de generar más empleos e incrementar el bienestar de la población urbana y sus áreas de influencia. A partir de esta suma se podrán identificar, promover y desarrollar las acciones y proyectos locales estratégicos específicos para incrementar la competitividad de las localidades y ciudades de nuestro país.

Es necesario, entonces, que el desarrollo económico urbano tenga un sustento territorial que le provea la infraestructura y equipamiento para dar una respuesta paulatina a las graves disparidades e inequidades que presentan un número considerable de ciudades en el país.

Actualmente México tiene altísimos niveles de rezago en su infraestructura urbana que desafortunadamente actúan como freno para tener ciudades competitivas de clase mundial y para garantizar también mejores niveles de BH a través de su uso como instrumento que induzca crecimientos físicos sustentables con densidades adecuadas. Nuestras ciudades están padeciendo el síndrome en el que la infraestructura urbana es usada sólo para corregir el mal, en lugar de ser el instrumento idóneo para inducir el buen desarrollo.

Además, las políticas públicas federales que influyen en las ciudades deben de ser como lo son en muchos países: la clave para un desarrollo económico acorde con un mundo globalizado. Sería un grave error que las políticas públicas continúen sin tomar en cuenta el papel que desempeñan nuestras ciudades como unidades productivas para lograr niveles más altos de competitividad internacional y bienestar de su población con empleos dignos y suficientes.

Las huellas de actuación de las autoridades encargadas del desarrollo urbano y de vivienda en escalas federal, estatal y municipal están presentes en cada una de nuestras ciudades. En muchas, proliferan asentamientos marginados en sus áreas periféricas (inadecuadas para el crecimiento y de alto riesgo) que casi siempre son resultado de invasiones sin control, donde la autoridad competente ha sido rebasada por la presión social, privada y política local. En otras también abundan fraccionamientos habitacionales de diversos tamaños dispersos y lejos de las manchas urbanas, fomentados por malas decisiones.

La población que se asienta en estas condiciones generalmente son migrantes de bajos recursos que buscan trabajo en las ciudades de más alto crecimiento y desarrollo económico. Dicha población, que es también la que oferta el mayor volumen de mano de obra para el desarrollo económico del país, se ve obligada a habitar viviendas muy alejadas de las principales fuentes de trabajo, y con ello generan también grandes flujos de movilidad de vehículos en ineficientes redes viales.

Las políticas de desarrollo urbano no deben limitarse al desarrollo de un solo municipio. Casi siempre, el ámbito local de acción abarca varios municipios con características económicas, laborales y medioambientales similares o diferentes. Las fronteras de los sistemas productivos locales no tienen por qué coincidir con las fronteras políticas municipales. Por ello, es importante identificar unidades estratégicas productivas mediante la elaboración de sistemas de información para el desarrollo económico local; se aprecia así la oportunidad de abordar conjuntamente los retos de este desarrollo y la necesidad de combinar una actuación inteligente y coordinada entre las diferentes instancias públicas territoriales de escala municipal. Igualmente, aunque puede parecer obvio, el desarrollo municipal debe alcanzar no sólo al núcleo urbano, sino a la totalidad de la población diseminada en su territorio. Ésta es una cuestión fundamental cuando se trata de satisfacer sobre todo las demandas de la población dispersa en comunidades rurales, muchas veces ignorada o marginada de los procesos de desarrollo.

Una cuestión crucial para impulsar el BH en el desarrollo urbano es la construcción de una oferta apropiada de servicios con la previa realización de obras de infraestructura de saneamiento básico, urbanización, abastecimiento de agua, caminos, salud y educación. Para ello, son fundamentales las inversiones de carácter institucional y de naturaleza intangible, como la construcción de redes de actores locales. A veces, los criterios que definen las actividades que pueden ser atendidas por fuentes de financiamiento existentes dan prioridad a las inversiones tangibles y de carácter social, y postergan las relacionadas con la construcción de entornos de actores locales innovadores para el desarrollo económico local. Hay que insistir en que hoy este tipo de inversiones intangibles son tan importantes como la construcción de carreteras o la inversión en nuevas tecnologías de la información y telecomunicaciones, pues, en conjunto, permiten establecer las principales condiciones para lograr la competitividad territorial.

Muchas de las iniciativas del desarrollo urbano tropiezan con la dificultad de lograr una coordinación eficaz y eficiente entre las instituciones de los distintos niveles territoriales de la administración pública y entre las diferentes entidades sectoriales. Lo antes expuesto ha inducido a que durante muchos años nuestras ciudades hayan creado una desvinculación muy grave entre la forma de vivir, la gobernabilidad y el desarrollo económico de la ciudad, lo cual repercute negativa y directamente en el nivel de bienestar de sus habitantes.

Tradicionalmente, los tres órdenes de gobierno han promovido niveles muy altos de regulación en nuestras ciudades que inhiben en lugar de incentivar el desarrollo económico local. Los gobiernos no han facilitado la implementación de los soportes necesarios que el sector privado requiere para ser efectivo en la generación de empleos en sus ciudades. Esto ha restringido un crecimiento y desarrollo sostenido de las economías urbanas. Además, la gobernabilidad en escala de ciudad cada vez es más ineficiente, ya que el hecho de que la mayoría de las ciudades estén constituidas por varios municipios hace que decisiones intermunicipales importantes sean siempre tomadas unilateralmente y con visiones desarticuladas, como lo suelen ser todas aquellas relacionadas con la ubicación de vivienda nueva, la oferta de los servicios públicos, infraestructura y equipamiento metropolitano o simplemente lograr una aglomeración urbana de tamaño supuestamente adecuado.

El desarrollo económico de una ciudad es lo más importante para sus habitantes. Sin una economía local fuerte, lo más probable es que existan niveles altos de desempleo, el poder adquisitivo sea bajo y se ocasione una demanda pobre de bienes y servicios, se acentúe la pobreza urbana y en general se incremente el deterioro social de la ciudad.

El BH de una ciudad busca como gran objetivo cerrar el círculo virtuoso de una serie de componentes que de manera integral se entrelazan para alcanzar un desarrollo apropiado de la ciudad (véase figura 1). Así, dentro de dicho ciclo virtuoso no es posible lograr un desarrollo económico adecuado de la ciudad sin infraestructura, equipamiento y servicios urbanos eficientes que una ciudad competitiva de primer nivel requiere; de igual forma, no se podrá alcanzar un desarrollo social y humano en la ciudad sin un desarrollo económico sano y estable.

En la actualidad, en un mundo complejo y mayoritariamente urbano deben fomentarse enfoques multidisciplinarios con el objetivo de que las ciudades logren altos niveles de BH, incrementen su competitividad y permitan la intervención integral de esfuerzos conjuntos de los diferentes órdenes de gobierno, el sector privado y la sociedad. En estos enfoques, la ingeniería y la arquitectura pueden aportar toda su experiencia en la elaboración de estrategias, planeación y construcción de vivienda, infraestructura y servicios para el buen desarrollo y eficiente operación de sistemas urbanos.

 

Covid-19 y la “nueva realidad” urbana

¿Cómo enfrentaremos la crisis económica y social que viene? Las ciudades deberán ser capaces de definir estrategias dirigidas a dar respuestas integrales a los retos que plantea la nueva realidad por la que atraviesan. Tendrán que aprender a ser resilientes y gestionar incertidumbres. Se impone la idea de prosperidad como fin último de la actividad económica, pero la pandemia nos deja también aprendizajes que habrá que valorar; entre otros, la importancia de la planeación multisectorial urbana, la movilidad, la ciencia y la tecnología, así como la necesidad de invertir en sistemas urbanos de innovación; en particular, planear la infraestructura, el equipamiento y los servicios urbanos ante una nueva realidad, y su resiliencia en relación con el resurgimiento de brotes de Covid-19 o de otras pandemias similares.

Para acercarnos a tener ciudades bienestar resilientes ante pandemias y otros males sociales, económicos y ambientales va a ser necesario al menos cubrir con eficacia los siguientes pasos:

• Diseñar e implementar una planeación urbana estratégica e integral (PUEI).

• Adoptar un nuevo enfoque metodológico en el diseño multisectorial de la infraestructura urbana, es decir, abordar el diseño de cada sector tomando en cuenta su interrelación con otros sectores.

Durante la pandemia de Covid-19 hemos observado y adquirido alguna experiencia a partir de decisiones que se han tomado, como el confinamiento, lo cual llevó a una secuencia de resultados y posibles acciones a tomar en cuenta en una futura PUEI, como los que se muestran en la figura 2. A partir del teletrabajo o trabajo en casa se dio origen a una baja considerable en la movilidad; de ser aprovechado este fenómeno, se podrían asignar nuevos usos a ciertas vialidades, por ejemplo dedicarlas por completo a bicicletas, con el fin de diseñar “corredores de 15 minutos” (C15) en ciertas zonas de la ciudad, como sucede en Melbourne, Ottawa, Detroit y más recientemente en París. Estas experiencias muestran claramente que la planeación y construcción de infraestructura debe ser multisectorial, no aislada sector por sector.

Además, todo indica la urgente necesidad de planificar nuestras ciudades usando metodologías modernas que consideren también el uso de tecnologías de la información y comunicación avanzadas.

Finalmente, la pandemia ha subrayado la estrecha relación entre actividad humana y económica y cambio climático: el paro durante semanas de una parte importante de México, en especial del mundo urbano, ha hecho que las emisiones disminuyan de forma drástica. Volver a donde estábamos no es una opción responsable; es necesario que las ciudades consoliden sus esfuerzos por reducir o eliminar emisiones apostando por una movilidad y un urbanismo más sostenibles.

 

Conclusiones

La pandemia nos ha dado una pausa para considerar no sólo cómo planeamos nuestras ciudades, sino también cómo evaluamos los resultados sobre dicha planeación. Si realmente queremos que las cosas sean diferentes, es hora de hacer del bienestar humano una prioridad en la política pública y planeación urbanas. En este sentido, imaginamos un México de ciudades planificadas con el bienestar como una prioridad. Debemos repensar por qué esta crisis pone en perspectiva la necesidad de un nuevo paradigma de planeación, cuál ha sido el impacto del Covid-19 en las comunidades locales y cómo han ajustado su forma de gestionar, y qué lecciones de los últimos meses podrían integrarse para construir bienestar en la planeación urbana a mediano y largo plazo.

Está claro que hasta que esté universalmente disponible una vacuna, no hay vida después del Covid-19, sólo hay vida con el coronavirus. Depende de nosotros entender: a) hasta qué punto nuestras vidas cambiarán, y b) cómo podemos usar este impacto en el sistema urbano con el propósito de rehacer nuestras ciudades para mejorar y lograr el objetivo de establecer ciudades bienestar

 

 

Bibliografía
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