Guillermo Leal Báez. Director general de Inesproc, S.A. de C.V.
Manuel M. Cabrera Delgadillo. Director de Proyectos de Inesproc, S.A. de C.V.
El desarrollo urbano y la consecuente necesidad de hacer viable el crecimiento de una ciudad propician la alteración de los ríos; a menudo se ha modificado el uso de suelo sin analizar a fondo las consecuencias que esto tiene sobre la cuenca, los cauces y el ciclo hidrológico.
En este trabajo se propone una escala de grados de modificación de los cauces de la Ciudad de México como parte fundamental de un programa de desarrollo urbano que además debe contemplar un apartado para calcular y determinar la capacidad máxima de conducción de los ríos.
Una cuenca es una superficie limitada por una frontera envolvente denominada parteaguas, en cuyo interior existen ríos a través de los cuales se conducen los escurrimientos hacia fuera.
El desarrollo de los ríos está estrechamente ligado a condiciones del terreno como la geología, la edafología, la geohidrología, el uso de suelo y otras variables. Sus distintas formas y capacidades se determinan en forma natural en función y proporción de las avenidas que normalmente conducen; por lo tanto, cuentan con una capacidad de conducción limitada que puede verse superada al presentarse eventos de lluvia extraordinarios, lo que provoca el desbordamiento y la consecuente inundación de la zona aledaña.
La política de crecimiento de las ciudades en nuestro país ha obligado a controlar los ríos mediante intervenciones, con el fin de sanear los centros urbanos, permitir el desarrollo de infraestructura y proteger a la población; sin embargo, realizar estas acciones tiene como limitante el estado de invasión urbana en torno a los cauces y el uso que de ellos se hace como parte de la infraestructura de drenaje.
Ante el habitual desarrollo urbano, que demanda cada vez más rectificaciones y adecuaciones a los ríos, se propone establecer un marco de referencia preventivo que, por una parte, fomente la conservación de los cauces y evite la degradación de los recursos hídricos y del propio ciclo hidrológico, y por otra permita a especialistas en desarrollo urbano y manejo de cuencas clasificar el estado actual de esos cauces, evaluar las obras y las correspondientes ventajas y desventajas de modificarlos, y conocer las repercusiones prácticamente irreversibles de transformarlos.
Clasificación propuesta
Desde hace muchos años, en el Valle de México se ha afectado de manera significativa la evolución de los cauces, que en su mayoría han pasado de un estado natural en armonía con el ciclo hidrológico a un estado de servicio en función del desarrollo urbano.
De esta manera, algunos de los ríos principales se han convertido en canales rectificados con modificaciones a su trazo, geometría, rugosidad y pendiente. En el menor número de casos, las alteraciones van acompañadas de la construcción de colectores marginales, que por lo general se alojan en los bordos. Con esto se busca interceptar las aguas servidas y evitar su ingreso directo a los ríos, lo que propicia el saneamiento de algunas zonas.
Las modificaciones más importantes han sucedido en las áreas densamente pobladas de la Ciudad de México. Varias de las vertientes principales que la drenan han sido entubadas o encajonadas con el propósito de disminuir el riesgo de inundación y permitir el desarrollo de vialidades principales; tales son los casos de los ríos Becerra, De la Piedad, Consulado, Gran Canal del Desagüe, Churubusco y, en el tiempo reciente, el Río de los Remedios. Como consecuencia negativa de estas acciones, ha disminuido de forma considerable la capacidad de regulación del sistema superficial de drenaje y esto ha provocado que los volúmenes conducidos lleguen en menor tiempo a sus correspondientes sitios de descarga, lo que complica el adecuado desalojo de las aguas superficiales; en ciertas condiciones de operación y lluvia, incluso se compromete el correcto funcionamiento hidráulico del Sistema de Drenaje Profundo (SDP).
Es importante recordar que el sistema principal de drenaje de la Ciudad de México no cuenta con subsistemas separados de aguas residuales y pluviales. El SDP no atiende la necesidad de separar las aguas o conservar los ríos, sino principalmente la de aumentar la capacidad de desalojo (puesto que la expansión de la mancha urbana modifica los coeficientes de escurrimiento); tampoco atiende la pérdida de capacidad de conducción de la infraestructura superficial debida a la subsidencia del suelo. Es claro que la afectación a los cauces se inició antes de la planeación y construcción del SDP, cuando el manejo de las aguas se hacía únicamente a través del sistema superficial de drenaje.
Con el objetivo de brindar un criterio de juicio e identificar el alcance de los cambios efectuados, se definieron seis grados de modificación que han experimentado los ríos en la Ciudad de México (véase figura 1). Se propone leer esta clasificación a manera de escala con seis niveles de afectación distribuidos en dos grupos: bajo impacto-conservación y alto impacto-modificación, los cuales se detallan en seguida.
Bajo impacto-conservación
Este conjunto se subdivide en tres niveles de afectación: muy bajo, bajo y moderado. Incluye escenarios donde es factible llevar a cabo acciones de protección y remediación ambiental, debido principalmente a que los costos de obra son bajos en comparación con el beneficio económico (daño evitado) y social que se espera. Estos escenarios ayudan al establecimiento de acciones para un mejor saneamiento, calidad de vida de la población y manejo hidrológico de la cuenca.
Un ejemplo es el proyecto de rehabilitación del río Cuautitlán, realizado en 2014 por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), donde se consideró la ampliación de su capacidad de conducción a través de la rectificación del cauce, la protección marginal de bordos, distintas estructuras de cruce, control y puentes, así como el diseño de estructuras especiales de derivación para el abastecimiento de zonas de riego.
De acuerdo con la escala propuesta, el grado de afectación al río Cuautitlán se clasifica como bajo impacto-conservación/nivel de afectación moderado (escenario 3), en el que se conserva la conducción a cielo abierto y el fondo móvil del cauce.
Alto impacto-modificación
Los niveles de afectación en este grupo se subdividen en moderado alto, alto y muy alto. Las características de estos niveles se derivan de la complejidad del entorno natural, demográfico, social y político, todos ellos factores de gran peso, ineludibles para determinar el alcance de las obras. Las modificaciones requieren altos costos de construcción y operación que llegan a ser, en casos críticos, mayores al beneficio esperado; sin embargo, las obras se llevan a cabo por ser indispensables para la operación segura del sistema principal de drenaje de la Ciudad de México en su conjunto.
En estos escenarios, las acciones por realizar no son de fácil ejecución, pues requieren una intervención mayor que implica afectaciones viales, molestias a la población y, en ciertos casos, varios años de construcción.
Es importante observar que en los escenarios 5 y 6 de la figura 1 el cauce es entubado y se privilegia la movilidad vehicular al sobreponer una vialidad en el extinto curso.
Un caso reciente es el Proyecto Ejecutivo del Entubamiento del Río de los Remedios en el tramo Gran Canal del Desagüe-Dren General del Valle, llevado a cabo en 2015 por la Conagua. Bajo el trazo de este río está el túnel interceptor Río de los Remedios. En sustitución del cauce se construye un conducto de 3.0 m de diámetro y 7.0 km de longitud; habrá vialidades de mantenimiento paralelas al eje del conducto, además de que se instalarán colectores madrina laterales para el saneamiento de la zona, y en el área que ocupaban los antiguos bordos del río se construirá la autopista para unir la zona poniente de la ciudad con el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
De acuerdo con la escala propuesta, el grado de modificación al Río de los Remedios se clasifica como de alto impacto-modificación/nivel de afectación muy alto (nivel 6), en el que desaparece por completo la conducción a cielo abierto.
Aplicación práctica
Para hacer uso de la escala, se propone como primer paso clasificar las condiciones actuales del cauce; como segundo paso, valorar el grado de modificación que puede implementarse y cuantificar sus ventajas y desventajas; y como tercero, evaluar la afectación que sufrirá una vez modificado.
Ejemplo: se desea sanear un cauce que antes fue usado para riego y actualmente conduce aguas negras; no ha recibido mantenimiento, hay población asentada en sus márgenes, presenta problemas de desbordamiento y refleja un deterioro ecológico. Se encuentra en el escenario 2, bajo impacto-conservación/nivel de afectación bajo (cauce rectificado), pero debe llevarse por lo menos al escenario 3, bajo impacto-conservación/nivel de afectación moderado (cauce rectificado con protección marginal y colector marginal).
Los beneficios de pasar del escenario 2 al 3 son el aumento de la capacidad de desalojo, disminución del peligro de desbordamientos y saneamiento de la zona. Para lograrlo, se cambia la geometría de la sección transversal, se elevan los bordos, se mejora la rugosidad de margen y fondo, se modifica la pendiente y se mejora la corona del bordo para habilitarla como camino de mantenimiento. Con esto último, además, se reduce la posibilidad de invasiones al cauce y se protege la zona para dejarla en condiciones de construir un colector marginal que apoye el saneamiento de las aguas del río. Finalmente, se determina que a pesar de las alteraciones el cauce tendrá un grado de modificación aceptable, lo que justifica realizar las obras correspondientes.
En la tabla 1 se detalla la escala de grados de modificación de los cauces con el propósito de que el responsable de planear la infraestructura logre identificar el escenario en que se encuentra una vertiente y, así, cuente con las bases suficientes para determinar las acciones futuras de mejoramiento advirtiendo de forma general las bondades o problemáticas que representaría la ejecución de ciertas obras, al igual que la afectación que sufrirá el cauce una vez realizadas las adecuaciones.
A pesar de las diversas y demandantes necesidades de las grandes urbes, si se aplica la escala propuesta para analizar la modificación de un río es posible que en los futuros proyectos de infraestructura, como vialidades y sistemas de transporte público, no se afecte la superficie de los cauces y, en cambio, se logre mantener en armonía el desarrollo y funcionalidad urbanos con el medio ambiente.
En el ámbito internacional existen casos que muestran la correcta manera de lograr que el desarrollo de las grandes ciudades no afecte de manera significativa el funcionamiento hidráulico de los ríos y respete el ciclo hidrológico. Uno de ellos es el del río Mapocho en Santiago, Chile (véase figura 2), ejemplo del escenario 3 de la escala. En el sitio mostrado conviven el río, el área de conservación en los bordos y la vialidad que se construyó en beneficio del espacio público, que presenta la particularidad de un tramo subterráneo en cuya superficie se instaló un paseo o parque lineal integrado al paisaje urbano.
Figura 2. Río Mapocho en Santiago, Chile.
Conclusiones
Las experiencias vividas a lo largo de la historia en el manejo hídrico de la cuenca del Valle de México, y en especial de su zona metropolitana, son la fuente de información en la que se basa la propuesta de escala de grados de modificación de los cauces. En resumen, esta información permite ver que la mayoría de los ríos han pasado, en un periodo muy corto, del escenario 1 (cauce natural) al 5 (entubamiento más control aguas arriba con colector marginal), y en casos extremos hasta el máximo nivel de afectación, que consiste en la construcción de un túnel profundo.
Las experiencias vividas a lo largo de la historia en el manejo de las aguas en la cuenca del Valle de México, y en especial en su zona metropolitana, son la fuente de información en la que se basa la propuesta de escala de grados de modificación de los cauces. La mayoría de los ríos han pasado, en un periodo muy corto, del escenario 1 (cauce natural) al 5 (entubamiento más control aguas arriba con colector marginal), y en casos extremos hasta el máximo nivel de afectación, que consiste en la construcción de un túnel profundo.
En la escala planteada se observa cómo cada escenario es una adaptación al necesario pero agresivo desarrollo urbano que afecta y degrada el estado natural de los ríos. Por ello, la propuesta se considera una herramienta útil para clasificar el estado actual de un cauce, así como los alcances, ventajas y desventajas de modificarlo, pero sobre todo la trascendencia que tendrá en el futuro aumentar su nivel de afectación.
Desde el punto de vista del manejo de una cuenca, las modificaciones a los cauces no deben sobrepasar el escenario 3 (bajo impacto-conservación/nivel de afectación moderado), con el propósito de evitar la pérdida del cauce, mejorar su funcionamiento hidráulico, proteger a la población, sanear la zona y, sobre todo, limitar el actual predominio de las políticas de desarrollo urbano por encima de la protección y cuidado de los recursos hídricos.
Es claro que el desarrollo urbano y la consecuente necesidad de hacer viable el crecimiento de una ciudad propician la alteración de los ríos, pero en la mayoría de los casos se ha modificado el uso de suelo sin analizar a fondo las consecuencias que esto tiene sobre la cuenca, los cauces y el ciclo hidrológico.
Por lo anterior, se propone como parte fundamental de un programa de desarrollo urbano, además de la escala aquí expuesta, un apartado específico para calcular y determinar la capacidad máxima de conducción de los ríos. Con ello será posible detectar en qué casos se deben limitar o disminuir las descargas del drenaje pluvial de los asentamientos humanos hacia los cauces, lo que obligaría a restringir el crecimiento de la mancha urbana o bien a ejecutar acciones y técnicas sustentables que compensen el cambio de uso de suelo, como regular los escurrimientos, aprovechar el agua de lluvia o infiltrar de manera artificial los caudales superficiales al subsuelo, entre otras.
Por último, se considera que un programa de desarrollo urbano será realmente sustentable cuando, además de planear, dirigir y ordenar el crecimiento de una ciudad, considere el territorio de la cuenca, su sistema natural de drenaje y el ciclo hidrológico, buscando siempre que durante la toma de decisiones impere un criterio técnico sobre cualquier solicitud social o política.