18 noviembre, 2025 7:06 pm

Conversación con Carlos Casales Galván, quien trabajó en la Subdirección de Investigación y Desarrollo Experimental de la otrora Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.

Quiero expresar mi deseo de que los ingenieros geotecnistas jóvenes no pierdan nunca la pasión, que tengan una gran imaginación para poder entender los fenómenos de la naturaleza en el campo de la geotecnia y analizarlos, ya sea aplicando los conocimientos que aprendieron en su fase de preparación pero también siendo autodidactas, pues nunca se sabe todo. En la geotecnia nada es igual; siempre abres un cajoncito y encuentras algo nuevo o una forma diferente de resolver un problema.

Carlos Casales Galván lleva más de 40 años dedicándose a realizar estudios geotécnicos para proyectos muy diversos, principalmente en el sector privado, si bien en los comienzos de su camino profesional trabajó en el emblemático Laboratorio de Ingeniería Experimental de la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, ubicado en Tecamachalco en el Distrito Federal. Comenzamos preguntándole por qué eligió la ingeniería civil y la especialidad de mecánica de suelos.

Lo consultamos sobre su llegada al laboratorio de Tecamachalco y qué recuerdos tiene de esa época. “Los ingenieros Carlos Orozco y Antonio Mosqueda me dieron la oportunidad de entrar”, relata. “Participé en la implementación de la automatización del laboratorio de mecánica de suelos; también en métodos numéricos para el análisis de presas. Mosqueda fue el principal encargado de instrumentar el laboratorio con la tecnología disponible entonces. Teníamos la cámara triaxial y sensores de deformación vertical, de presión de poro y carga axial. En ese entonces se encontraba ahí Abraham Díaz Rodríguez.

”Se puede decir que el laboratorio fue el alma máter de la SARH donde se efectuaban las pruebas de mecánica de suelos, los estudios hidráulicos y los análisis del concreto para el diseño de las presas. Era un semillero y tenía una cierta rivalidad con el Instituto de Ingeniería. En su momento, Tecamachalco brindó muchas soluciones para la infraestructura hidráulica del país.”

Pedimos que abunde en la diferencia entre el antes y el ahora, así que añade: “Hoy existen muchas herramientas; lo ideal es hacer uso de ellas sin perder de vista lo fundamental, es decir, la realidad del entorno y saber por qué un programa resuelve tal cosa, no nada más ‘pícale, ponle y ya está’. Una vez que está seguro de cómo funciona un programa u hoja de cálculo y tiene la habilidad o la destreza para usarlo, el ingeniero puede manejar más condiciones de análisis, evaluar en la balanza, tomar mejores decisiones. Cuando estudié la maestría, las matrices que teníamos que resolver usando el método de interacción eran enormes, te tenías que quedar hasta las 12 o 1 de la mañana.

”En resumen, aplicas una teoría, ves que el resultado es confiable y entonces tienes ya la habilidad de usar esas herramientas, pero sin abusar de ellas. Mi consejo es buscar el equilibrio. Leonardo Zeevaert decía: ‘Ve la problemática desde fuera, entiende bien de qué se trata, dónde estás ubicado, qué problemas hay… en pocas palabras, la visión general; luego toma una decisión y analízala.’ Con los recursos de ahora se obtiene un resultado y queda tiempo para verlo con calma, comprobar que sea razonable; ahí es donde entra el criterio del ingeniero geotecnista para escoger la solución, porque al final la responsabilidad sigue siendo suya, no del programa, y su experiencia y criterio es vital.”

 

Puedes leer la entrevista completa en la revista Geotecnia 244, disponible en el sitio web de la SMIG o en el siguiente enlace: Geo 244

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