Nerd y fanático del futbol
Paul Garnica Anguas
Paul Garnica tuvo intereses muy heterogéneos a lo largo de su vida. Fueron importantes para él los viajes, la música, la familia; en su formación profesional, una característica destacable y que aún le acompaña es su inclinación por lo numérico; también los procesos de enseñanza-aprendizaje. Hoy en día desarrolla su actividad profesional como docente, investigador y consultor. Destaca la necesidad de que los ingenieros civiles estén preparados para adaptarse a los nuevos desafíos y trabajar en colaboración con otras disciplinas para crear un mundo más seguro y sostenible.
Le pedimos a Paul Garnica Anguas que refiera algunas experiencias de su infancia y juventud que lo hayan definido o que hayan contribuido a ello, y cuenta: “Nací un 2 de noviembre, un día de muertos, lo cual ya es tormentoso; así ha sido mi andar, por muchas razones. En esa época que menciona quizá lo más importante fue la voluntad trabajadora de mi padre y de mi madre, a base de esfuerzos para sacar adelante a sus cinco hijos, yo el mayor. De mi escuela primaria me marcó la educación personalizada en cuestión de ciencias, particularmente las clases de matemáticas y física eran muy buenas”.
La escuela secundaria también fue importante para Paul Garnica. En ese entonces quería ser arquitecto, pero rápidamente se dio cuenta, en los talleres de dibujo técnico, que eso no era para él. “Si hubiera conocido AutoCAD y demás instrumentos para dibujar digitalmente, habría sido diferente. Estudié en la prepa 5 de la UNAM, también con buenos profesores de matemáticas y de química. Ahí yo ya supe que me iría por el área de física y matemáticas”.
Fue entonces que se decidió por la ingeniería civil: “Vi un documental de TV UNAM sobre profesiones. Me gustaba la astronomía, pero en ese entonces me decían que de astrónomo nadie podría vivir. De haber sabido entonces que uno podía hacer doctorados y posdoctorados, y vivir un poco de la academia, podía haber sido distinto; hay cosas muy interesantes en la astronomía”.
Decidió nuestro interlocutor ser ingeniero civil porque le gustó la perspectiva y la visión de un profesionista involucrado en el desarrollo de infraestructura para beneficio de la sociedad. “Eso era lo que me movía más que otras áreas duras como la química o la biología, donde, a pesar de ser muy interesante la formación, como que no le veía lo tangible”.
Respecto a sus actividades y relaciones sociales de aquella época, Garnica se define con términos actuales: “Era yo muy nerd, aunque, curiosamente, también era fanático del futbol –de verlo, no de jugarlo–. Con mi grupo de amigos de la prepa íbamos mucho a la Cineteca Nacional a ver cine de bajo costo, además de otras cosas…” Pregunta obligada: ¿como cuáles?
“Sobre todo viajar; había un interés particular por ello en el grupo de amigos. Mi familia tenía un rancho en Michoacán que era de mis abuelos, ya fallecidos. Íbamos en el verano a sembrar y a cosechar, yo me iba con tres amigos de prepa. Es muy dura la vida de campo, pero nos gustaba irnos de aventón.
”En otra aventura, una vez con tres amigos hicimos un recorrido a puro raite desde Jerécuaro, seguimos hacia Uruapan, llegamos a Colima, a Lázaro Cárdenas y bajamos por Zihuatanejo hacia Acapulco; se nos acabó el dinero, estábamos muertos de hambre y tuvimos que ir a suplicarle ayuda a una tía mía –mi mamá es de Coyuca de Benítez”.
Algo que destaca como muy importante es el sentido familiar que siempre tuvieron en casa: “Yo me sentía protegido; no sobraba el dinero, al contrario, pero éramos muy unidos”.
Llegó el ingreso a la Facultad de Ingeniería de la UNAM, donde desde un comienzo le resultaron atractivas las materias y en las que tenía un buen rendimiento, especialmente en las teóricas; allí dedicó más tiempo al deporte, al frontón y al futbol, donde jugaba de “cazagoles”, pero seguía siendo un nerd; pasaba gran parte del tiempo en la biblioteca. “En la época en que se inauguró el Centro Cultural Universitario, en especial el espacio escultórico, que era medio jipioso, me gustaba ir con amigos a tocar la guitarra y cantar un poco de amor y paz. Quizá eso siempre me ha acompañado: me gusta buscar lugares tranquilos donde pueda sentarme a pensar un poco esas cosas filosóficas de por qué anda uno en este planeta. Nunca fui fiestero, era muy ‘clavado’; me consideraba tímido, había chicas que me buscaban para andar con ellas, pero tenía mala suerte: las que querían ser mis novias no me gustaban, y las que me gustaban ya tenían novio. Fue la época de mi vida en que más fui al teatro y a todo tipo de conciertos”.
Terminando la prepa tomó un curso de verano de Programación de Alto Nivel en la Dirección de Cómputo Académico de la UNAM; apenas llegaba la computadora, era el año 1982. “Tenía 17 años, el curso era de Fortran IV, uno de los lenguajes de alto nivel de ese momento. Cuando entré al primer semestre de la carrera yo ya sabía programar, así que materias como Introducción a la Ingeniería, y luego Programación, donde nos enseñaban Basic, fueron extremadamente fáciles. Recuerdo que en ingeniería desarrollé un modelo de simulación por colas, con mis conocimientos de cómputo de Fortran IV. Una característica de mi formación –y esta inclinación aún me acompaña– es que se fue dirigiendo mucho a lo numérico”.
Paul Garnica estaba confiado en salir de la prepa con una formación fuerte en cálculo diferencial; en su primer año pensaba obtener un 10 y sacó 8. “Eso me molestó. Renuncié a la calificación y decidí presentar examen extraordinario… y saqué 6. Es el único 6 que tengo en mi acta de calificaciones de toda mi vida”. Ya no repitió ese tipo de actitud.
En el séptimo semestre le estaba yendo muy bien en las materias de estructuras, le encantaban. “Realmente las entendía y podía calcular muy bien. Me tocó cursar Geotecnia, Geotecnia I y Geotecnia II, que no me entusiasmaban mucho. De pronto me hablaban de relaciones de contenido de agua, de saturación en los suelos, y yo decía: ¿qué es esto?”
Por entonces quiso tramitar una beca porque no le alcanzaba el dinero. “Era bueno en programación y me metí a un curso en el Centro de Cálculo de la Facultad de Ingeniería a aprender todos los lenguajes, para ver si al final me escogían para ser allí un asistente”. Recuerda una anécdota con quien dirigía ese centro: “Dejó un programa para definir de la forma más corta posible si un triángulo era rectángulo o isósceles; yo lo hice, y mi solución era correcta. Muy elegantemente, me dijo: ‘Tú no lo hiciste, ¿a quién se lo copiaste?’”
En esa época sucedió algo que en cierta medida explica la decisión de Paul Garnica de haber optado por la geotecnia. “Apareció un letrero solicitando un becario para el Instituto de Ingeniería; lo firmaba el profesor Roberto Magaña del Toro, que acabó siendo mi mentor. Vi el letrero, vi “beca” y arranqué el letrero para que nadie más lo viera, pues yo quería la beca, no es que quisiera geotecnia. Fui a ver al profesor Magaña y me contrató junto con otro buen amigo de la generación. Nuestro proyecto era crear un modelo tridimensional de elementos finitos para la presa Aguamilpa, así que tenía la parte que me encantaba: la programación. Empecé a tomarle gusto a la modelación numérica aplicada a la geotecnia en presas. Al final de la carrera, ya decidido de que me iba a ir a geotecnia, tomé un tema especial con Gabriel Moreno Pecero, el mejor contador de historias de la geotecnia que haya nacido; excelente docente. Terminamos siendo amigos”.
Del estudio a la práctica profesional. Nuestro interlocutor buscaba tener trabajos de calculista; ya graduado, profesores del área de geotecnia lo invitaron a dar clases en la UNAM. “Así, mi primera actividad de ingresos formales fue académica. Fui profesor de materias como Introducción al Comportamiento de Materiales, Mecánica y algunas de geotecnia. Tuve de alumnos a varios compañeros de mi generación”.
El Instituto de Ingeniería le daba oportunidad de desarrollar investigación. “Abordábamos la realidad a través de la aplicación, con la construcción de presas y alguna cimentación. Recuerdo que algún consultor me pidió generar los espectros de respuesta de sitio para un proyecto de edificación. Habían ido con el responsable, que era el director del área de geotecnia en ese momento, pero consideraron que cobraba muy caro, así que decidieron ir conmigo a mejor precio”.
Estando en el instituto se inscribió a la Maestría de Mecánica de Suelos. Pidió una beca y la obtuvo. “Me apoyó en el instituto un amigo francés que estaba haciendo su servicio militar (en Francia dan opción de hacerlo en universidades extranjeras), y me dijo que su profesor buscaba a alguien con mi perfil numérico y geotécnico, pues en esa época no era tan fácil encontrar a alguien del área civil a quien le gustaran los elementos finitos, menos del área de geotecnia. Le escribí y me aceptó. En esa época ya tenía novia y me iba mal con las calificaciones. Se trata de la que es mi esposa desde hace 35 años; nos casamos porque la beca que me daban para irme a Francia podía ser de soltero o de casado, pero tenía que meter los papeles ya, así que nos casamos por civil y al año estábamos en Francia”.
Allá estuvo con su esposa durante seis años, él trabajando en temas de métodos numéricos. “Tuve que hacer allá una maestría y desarrollé mi tesis sobre comportamiento no lineal de interfaces para estructuras, que eran ecuaciones constitutivas, y después sobre la creación de un programa de cómputo tridimensional con el método de los elementos frontera, el otro método importante para fines de interacción de la estructura con aplicaciones en plataformas petroleras. Era un trabajo numérico. Yo trabajaba con mi computadora; me gustó trabajar solo”.
El primer año en Francia, lo más importante fue la rudeza matemática. “Los franceses no se andan por las ramas; se da uno cuenta de que lo visto en la facultad se queda muy cortito para lo que ellos esperan. Es que los ingenieros civiles en Francia llevan dos años de puras matemáticas antes de hacer cualquier otra cosa, y sí se notaba. Me acuerdo de que en la materia de Mecánica de Medio Continuo, en el primer examen saqué una calificación de 4 sobre 20 y eso me deprimió. Luego saqué 8 sobre 20, y al final, después de presentar los evaluadores, me dijeron: ‘Vamos a dejarlo seguir con su vida’. Pasé, pero barriéndome”.
Al cuarto año, Paul Garnica acabó sus estudios, y al sexto, su esposa. Su hija mayor nació en Francia. Tenía la idea de quedarse allí, pues ya estaban inmersos en el medio. Lo aceptaron como profesor, pero “era muy agotador dar matemáticas, geotecnia o laboratorio de física en francés. En ese momento recibí un fax del ingeniero Alfonso Rico Rodríguez, del Instituto Mexicano del Transporte (IMT), que me invitaba a regresar a México; también tenía una invitación para ir a Cuernavaca al Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, al Instituto de Investigaciones Eléctricas y al Instituto de Ingeniería de la UNAM”.
Como ya tenía una hija chiquita, la familia no quería regresar a la Ciudad de México y se vino a Querétaro, porque finalmente aquí estaba Alfonso Rico, “y no podía rechazar su oferta”. Llegó a hacer tareas completamente diferentes: ocupó el cargo de jefe de Laboratorios. “Yo, que siempre trabajé en computadoras, solo, de repente me hice cargo de un grupo de investigación experimental en aplicaciones de vías terrestres”.
Luego de diversos estudios y experimentos sobre vías terrestres, le dijo al maestro Rico que se había dado cuenta de que la tendencia eran los diseños mecanicistas de pavimentos con equipos triaxiales y cíclicos. “¿Por qué no compramos uno? –le dije, y lo convencí–; desde entonces, mi área de trabajo ha sido el comportamiento de materiales bajo carga cíclica, el diseño de pavimentos y todo lo relacionado con temas de infraestructura del transporte, no sólo en carreteras, en aeropuertos y puertos”.
Entre docente, investigador y consultor desarrolla su actividad profesional Garnica. Siempre interesado en los procesos de enseñanza-aprendizaje, recuerda nuestro interlocutor en particular un congreso panamericano que organizó Gabriel Moreno Pecero en México sobre estos temas de la enseñanza-aprendizaje en geotecnia. “Presentábamos el aprendizaje activo, las formas diferentes de enseñar, las bondades de una transición –no lograda del todo aún– para que el alumno se comprometa más con él mismo, con su propio aprendizaje, que vaya mucho más allá de lo que el profesor ofrece”.
El tema nos lleva a abordar la experiencia docente a partir de las políticas de aislamiento en 2020 por la pandemia de COVID-19. “Yo tenía muy afianzada la parte de trabajo en línea, así que realmente me fue muy bien, porque quizá uno de los problemas que tenía en clases presenciales es que perdíamos la atención del alumno muy fácilmente, pues en el salón no había una buena disciplina y no todo el mundo tenía su computadora enfrente para hacer cálculos”.
Desde su puesto actual en el IMT, el mayor reto con la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) es hacer sinergia, nos dice Paul Garnica. “Sin duda hay gente que trabaja muy bien, pero no hablemos de compartir equipo, de compartir estudiantes; no hablemos de trabajos en equipo desde ámbitos distintos, porque no se nos daba muy bien. El mayor problema sigue siendo ponernos de acuerdo con lo que la SICT debe tener como misión hacia futuro y cuáles son las mejores tecnologías que puede implementar. Eso ha costado mucho trabajo, aunque se han ido logrando algunos avances. El ingeniero Rico decía constantemente: ‘Mire, Paul, en temas de tecnología y geotecnia, los que van primero son los de grandes presas; hacen lo mejor por el riesgo asociado, el nivel de investigación en el sitio, modelación numérica’.
”En una carretera, en general, no se corre el riesgo de que mueran miles personas, como puede darse el caso con la ruptura de la cortina de una presa, aunque sí hay daños económicos brutales; lo que uno le invierte a la red carretera en 20 años de mantenimiento es mucho mayor que cualquier inversión en presas. El dinero que se pierde por un mal desempeño de infraestructura carretera y de transporte en general es cuantioso”.
Consultado sobre las principales aportaciones que hace el IMT, nos dice: “Yo creo que una de las mayores aportaciones en investigación fue el desarrollo de la metodología del diseño mecanicista; se involucraron ensayos de laboratorio, materiales. Probamos muchos materiales del país para tener parámetros de deformación, de resiliencia, de deformaciones permanentes; de ahí nos fuimos ocupando de materiales asfálticos, empezamos a incorporar metodologías de diseño de mezclas asfálticas de alto desempeño”.
Le preguntamos por el debate sobre la opción asfalto/concreto. “Temía que hiciera esa pregunta. En mi opinión, cualquiera de los dos materiales es apropiado para tener una infraestructura viable y sostenible. Cada material tiene sus ventajas y desventajas; por ejemplo, el concreto es muy rígido, no hay deformaciones permanentes, es un material que tiene un proceso industrial definido; el control de calidad y la variabilidad asociada es mucho menor que en la mezcla asfáltica y por lo mismo que es muy rígido, se fisura muy fácilmente. Uno de los problemas que hemos tenido en pavimentos de concreto es que, por los cambios térmicos y la falta de un buen material de apoyo de la capas inferiores, se presentan agrietamientos de esquinas y transversales por todos lados. Reponer una losa de concreto en carreteras es muy costoso en tiempo y dinero, porque es parar dos carriles, demoler una losa, hacer un colado, esperar que fragüe… reciclar un pavimento de concreto es mortal. En cambio, el asfalto es estable; sí se deforma y se agrieta, pero si se hace bien, con materiales avanzados, no hay deformaciones o agrietamientos, o son muy escasos”.
En los hechos, según la experiencia de nuestro interlocutor, no existe esa gran diferencia de costos que suelen mencionarse entre el asfalto y el concreto. “Ya no. Hace 20 años, evidentemente salía más caro el cemento, pero cuando se ponen en juego las reglas del mercado, resulta que ahora los proveedores de cemento ofrecen pagos chiquitos en mensualidades de bajo interés, y entonces se puede tener un pavimento de concreto que puede ser inicialmente más barato, en valor, que el asfalto. Ahí son muy competitivos”.
El extenso diálogo, que por espacio en la revista se resume en más de la mitad, culminó pidiéndole a Paul Garnica una reflexión final sobre los avances en materia de geotecnia y hacia dónde considera que evolucionará la ingeniería civil, en particular con base en el desarrollo tan acelerado de nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial y el impacto que ésta pueda tener en el posible reemplazo de la participación humana, de profesionales y trabajadores.
“La ingeniería civil es una de las disciplinas más importantes en la construcción y el mantenimiento de infraestructuras que forman parte de la vida diaria de las personas. En el futuro, se espera que la ingeniería civil evolucione para abordar los nuevos desafíos que enfrentamos en el mundo actual.
”Una de las principales tendencias en la ingeniería civil es la adopción de nuevas tecnologías, como la construcción y el mantenimiento de infraestructuras utilizando Building Information Modeling (BIM) o Modelado de Información para la Construcción, en español. Esta metodología permite a los ingenieros civiles crear modelos digitales 3D de los proyectos, lo que hace posible la planificación y el análisis de escenarios antes de la construcción. Además, BIM también ayuda a mejorar la coordinación entre los diferentes equipos y contratistas involucrados en el proyecto.
Otro avance tecnológico importante en la ingeniería civil es la implementación de sensores y dispositivos IoT (internet de las cosas) en las infraestructuras, lo que permite una mayor eficiencia en el uso de recursos y una mejor capacidad de monitoreo y control en tiempo real.
”En cuanto a los retos a futuro, uno de los más importantes es la necesidad de abordar el cambio climático y hacer que la ingeniería civil sea más sostenible. Esto implica reducir la huella de carbono de los proyectos de construcción, diseñar edificios y sistemas más eficientes y resistentes a los desastres naturales y gestionar de manera más responsable los recursos naturales utilizados en la construcción y mantenimiento de infraestructuras.
”En resumen, el futuro de la ingeniería civil es prometedor gracias a las nuevas tecnologías y metodologías –como BIM y los sensores IoT–, pero también enfrenta grandes desafíos en términos de sostenibilidad y adaptación al cambio climático. Los ingenieros civiles deberán estar preparados para adaptarse a estos nuevos desafíos y trabajar en colaboración con otras disciplinas para crear un mundo más seguro y sostenible”
Entrevista de Daniel N. Moser