Carlos Moreno Profesor de la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne. Científico y empresario. Precursor del concepto de “ciudad digital sostenible”. Es el ideólogo de parte de las propuestas de la alcaldesa de París.
Existen elementos teóricos que formalizan la idea de ciudad de proximidades, pero tiene que ser adaptada por el gobierno de cada ciudad en función de su contexto propio, además de desarrollar políticas urbanas que vayan en el sentido de privilegiar, ante todo, la proximidad como hoja de ruta.
IC: Es usted científico, empresario y profesor en la Universidad de París; vive en Francia desde hace 41 años. ¿Cuál ha sido la evolución de su desarrollo profesional?
Carlos Moreno (CM): Llegué a Francia cuando tenía 20 años; mi evolución profesional se ha dado en el ámbito de la investigación y la enseñanza. Me especialicé en matemáticas, informática, electrónica, robótica e inteligencia artificial; trabajé bastante en los sistemas complejos aplicados a la resolución de cuestiones de infraestructuras, en particular. En el ámbito de la investigación, desarrollé una manera de vincular soluciones tecnológicas, específicamente para el mundo urbano; me vinculé a proyectos sobre las ciudades inteligentes.
IC: ¿Cuál es el principal parámetro que define a una ciudad inteligente? ¿Gobernanza, planificación urbana, gestión pública, tecnología, medio ambiente, movilidad y transporte, economía?
CM: Hablar de “ciudad inteligente” en el albor de la tercera década del siglo XXI no tiene sentido si no hablamos de una ciudad humana, viva, tolerante, inclusiva y resiliente.
Considerar que la ciudad será inteligente desarrollando opciones muy tecnológicas, y que éstas aportarán las soluciones a los problemas complejos, sin implicar a los ciudadanos, no es una salida apropiada. Sobre todo, porque los ciudadanos hoy disponen de medios técnicos para informarse y movilizarse cotidianamente.
Al contrario, la inteligencia urbana y los nuevos usos ciudadanos, multiplicados por las redes sociales y las nuevas tecnologías, permiten hacer emerger nuevas iniciativas para involucrarse en el cambio. Las relaciones entre administrados y gobiernos cambian sobre el efecto de estas tecnologías, y el gobierno y la forma de hacer política cambian también. Hay claramente una evolución en relación con la democracia representativa tradicional. Dotar de sentido a la ciudad en el momento de la transición energética, de las energías descentralizadas, de las nuevas formas de movilidad, del desarrollo de las prácticas de vecindad, de las ciudades irrespirables por la contaminación, es ante todo un deber social.
Sin esta puesta en coherencia, no dispondremos de la adhesión ciudadana indispensable para operar un cambio de fondo, porque el principal valor está en los usos, en la creación de valor social, no en la tecnología en sí misma.
IC: Aportó usted una plataforma digital que dio lugar a su laboratorio de investigación; creó una start up para industrializar los trabajos de investigación que fue comprada por una gran multinacional francesa.
CM: Sí. Tiempo después llegué a la conclusión de que toda la tecnología, por muy poderosa que sea, no logra resolver problemas complejos que son de orden ecológico, económico y social en el mundo urbano; por lo tanto, regresé a la universidad, donde, como director científico, monté una cátedra que maneja las problemáticas de territorialidad desde un ángulo orientado al urbanismo por los usos. Desarrollamos el concepto de human smart city y de ciudad viva, del cual siempre tengo mi inspiración en la pionera Jane Jacobs.
A partir del concepto de ciudad viva comencé a trabajar la problemática de la ciudad desde su temporalidad y sus usos, lo que me llevó a plantear hace cinco años el paradigma de la ciudad de los 15 minutos, del territorio de la nueva hora como expresión de una nueva manera de orientar el cronourbanismo, la cronotopía y la topología urbana.
IC: Sería de interés conocer más a detalle el concepto de ciudad viva.
CM: A partir de la revolución del internet, que empezó en los años dos mil, con el nacimiento del internet móvil y el internet de las cosas, se pensó que la ciudad inteligente, con tanta tecnología y con los algoritmos, iba a aportar soluciones a las ciudades. Entonces, habiendo trabajado en este ámbito desde el año 2003, yo era uno de quienes pensaban que por más algoritmos poderosos que desarrolláramos y por más hiperconectividad que tuviésemos, la vida urbana representa un desafío mayúsculo por su complejidad.
Inspirado por los trabajos de Edgar Morin –el gran pensador francés, universal, de la complejidad, que conoce bastante a México y a América Latina– quise romper con esta visión tecnocéntrica del mundo urbano, de la ciudad inteligente, y por lo tanto retomé el pensamiento pionero de Jane Jacobs, que planteaba que el eje de la transformación urbana es la capacidad de los habitantes de un territorio para crear interacciones, relaciones sociales, y desarrollar en la ciudad actividades que mejoren la calidad de vida.
Entonces me dediqué a desarrollar el concepto de ciudad viva que enfrenta necesidades fundamentales, como las dificultades económicas, sociales, culturales, sanitarias… el concepto de ciudad viva implica comprender la ciudad y el mundo urbano desde el punto de vista de la triple interacción económica, ecológica y social.
IC: Mencionó el factor social como determinante en el concepto de ciudad viva.
CM: Es necesario buscar nuevos equilibrios en los entornos económicos urbanos frente a la pobreza, e igualmente combatir el fenómeno de la exclusión social que está manifiesto en las ciudades y que es parte hoy en día de esas dificultades de racismo, xenofobia… que generan intolerancia y discriminación.
IC: Abandonar el enfoque tecnocéntrico y revalorar los aspectos sociales, económicos, ecológicos, culturales, es lo que lo llevó a pasar del concepto de ciudad viva al de ciudad de 15 minutos. Por favor, abunde en este concepto.
CM: La ciudad es incompleta. Está en permanente evolución y es muy vulnerable. No podemos hacer una calificación urbana centralizada que permita imaginar matemáticamente, algorítmicamente, cómo va a desarrollarse; todos los modelos numéricos que se pretende ejecutar en la ciudad como un plan se dificultan, pues las ciudades, como un organismo vivo, pueden cambiar profundamente el rumbo de las cosas.
Nos planteamos que la inteligencia urbana no es la inteligencia de una planificación milimetrada, sino la capacidad de adaptarnos a las transformaciones necesarias frente a los desafíos incluyendo lo imprevisto, como salta a los ojos actualmente con la pandemia de Covid-19. Hacemos énfasis en el hecho de que finalmente la ciudad moderna se ha caracterizado en lo fundamental por obedecer a un modelo de desarrollo productivista, basado en una producción masiva y un consumo masivo, con un mundo urbano puesto al servicio de la pareja producir y consumir; por lo tanto, la manera en que la ciudad se desarrolla es en torno a cómo ejecutar y favorecer este productivismo. Así, en el mundo urbano se genera un desarrollo que especializa los metros cuadrados, al crear segregaciones económicas en donde se produce, sociales donde vive la gente que produce y ecológicas con los recursos que se utilizan para producir. Esta especialización condujo a disociar elementos clave del mundo urbano: la vida cotidiana y el mundo laboral.
Vivimos en ciudades en las cuales se ha creado una dinámica urbana de soledad, de angustia, de apresuramiento, por la cual finalmente nos hemos dado cuenta de que el elemento mayor de la calidad de vida, que es el tiempo útil, se ha perdido. La ingeniería se ha puesto al servicio de este modo de vida que se ha considerado normal y en el cual utilizo los transportes colectivos, así me cueste tres horas de ida y regreso entre mi hogar y el lugar de trabajo, incluso en vehículo particular.
IC: ¿Cómo evolucionar de la ciudad viva a la ciudad de los 15 minutos?
CM: Si queremos rescatar una calidad de vida urbana, tenemos que rescatar el tiempo útil, y para rescatar el tiempo útil tenemos que reinventar una medida con la cual tengamos una mayor capacidad de uso intensivo de los recursos que tenemos en proximidad para reencontrar con ellos una manera distinta de acceder a nuestra socialización. Por eso, la ciudad de los 15 minutos aparece como una respuesta a nuestra reflexión sobre el tiempo útil en el ámbito urbano, cuestionando el crono-
urbanismo, el ritmo de vida al que estamos acostumbrados, cuestionando la utilización de los metros cuadrados. Nosotros respondemos con la cronotopía, como una utilización más intensiva de los metros cuadrados que tenemos, que están muy mal utilizados; respondemos ante la angustia y la soledad y el apresuramiento permanente con la tropofilia, que es crear un nuevo sentimiento urbano de pertenecer a una ciudad, a un barrio, a una proximidad.
La ciudad de los 15 minutos es una concreción de lo que llamamos la ciudad de las proximidades, la ciudad de las cortas distancias, la ciudad policéntrica, multiservicial, en la cual proponemos otro tipo de desarrollo urbano que rompa con la segregación y la especialización territorial.
IC: Una cosa es plantear semejantes políticas públicas de desarrollo urbano en una ciudad actual, otra plantear dicha política en una ciudad futura, en una ciudad en formación. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
CM: Tiene toda la razón porque, efectivamente, cuando nos enfrentamos a la necesidad de un cambio de paradigma, como es el planteamiento de la ciudad de proximidades (de los 15 minutos), tenemos que articularlo con políticas públicas urbanas que sean capaces de propulsar ese nuevo paradigma. Esto que pregunta me permite resaltar por qué la idea ha tomado tanta fuerza en el ámbito mundial; como trabajo de investigación hace cinco años, en mi primera publicación afirmé que necesitamos un nuevo cronourbanismo, pero el hecho fundamental de la propagación de este concepto viene del encuentro con la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Trabajando con ella, y siendo ella presidenta de la red mundial de ciudades, a la cual México pertenece desde 1940, me pareció lógico plantearle que la ciudad de proximidades podría cambiar de una manera positiva las políticas urbanas.
Le planteé a la alcaldesa que más allá del cambio climático y la protección de los recursos naturales, necesitábamos crear un urbanismo orientado por los usos y nuevos modelos económicos y sociales en el mundo urbano.
IC: Planteó la problemática de la sectorización que hay en las ciudades: en una zona universidades, en otra industria, en otra la cultura, en otra el comercio… llevar de la teoría a la práctica la ciudad de los 15 minutos con este condicionamiento de la sectorización no parece fácil. ¿Cuáles son los principales desafíos que la sectorización plantea a la concreción de la ciudad de los 15 minutos?
CM: De acuerdo con usted. Estamos ya implementando esta conceptualización, que es un desafío cuando se tiene no sólo que hacer política pública, sino transformar la ciudad. Los desafíos mayores son esencialmente el poder ofrecer una política que permita crear multiservicios de proximidad; estamos acostumbrados a un ritmo de vida en el cual la sectorización del mundo urbano ha especializado nuestros desplazamientos, y ahora nos proponemos modificarlos, primero por el cambio climático que no nos permite continuar viviendo en una ciudad desparramada, produciendo CO2 con desplazamientos en autos particulares o como muchedumbres agolpadas en el transporte público; entonces, la dificultad mayor ha sido que culturalmente se integre otro modo de vida distinto.
Por el manejo de la pandemia de Covid-19, entre 30 y 40% de la población ha debido recurrir al teletrabajo. En muchas ciudades las torres corporativas se están convirtiendo en torres fantasma, y el teletrabajo nos permite impulsar la descentralización del trabajo para crear un nuevo concepto por el cual, en lugar de tener una torre de miles de empleados, creamos diferentes lugares de la ciudad a los cuales son convocados los empleados, y los descentralizamos en una organización territorial que dé una mayor proximidad. El otro desafío es que haya presupuestos y políticas que puedan incentivar la creación de servicios de proximidad. Tiene que ser una política urbana pública, no puede dejársele al sector privado porque éste va a buscar, legal y legítimamente, beneficios y rentabilidad. Antes que rentabilidad económica particular, necesitamos reequilibrar las territorialidades, para que los servicios sean accesibles a todos y no solamente a unos cuantos; por eso hablamos del desafío de crear una política urbana basada en los comunes.
IC: Plantea la descentralización. Cuando se reagrupa por zonas a los empleados de una gran empresa u organismo público, se descentraliza, pero puede ser que los empleados de cierta área de la compañía no se pueden reagrupar tan fácilmente en un lugar de la ciudad porque todos viven en lugares distintos.
CM: Efectivamente. Debemos revisar la manera de crear esa territorialidad, lo que llamamos la responsabilidad social y ecológica de las empresas. En Francia es una ley, obliga a que se tengan en cuenta los criterios ecológicos y sociales en el mundo laboral, en la organización profesional; entonces pensamos que es éste el momento para favorecer el corpoworking, hay que introducir la territorialidad en las nuevas obligaciones.
Todas las empresas conocen de dónde viene cada trabajador; es muy accesible hoy por algoritmos construir lo que llamamos mapas de calor que nos permiten comprender el origen y destino de las personas; obviamente, no se trata de crearle a cada quien un lugar especial cerca de su casa, pero es sencillo con algoritmos crear los mapas de calor del conjunto y matemáticamente hacer centros que logren ubicar cuáles serían los lugares preferenciales en los que estaríamos instalando centros territoriales que permitan una proximidad de 15 a 20 minutos a quienes trabajan en equipo.
IC: Planteaba yo hace un momento la diferencia entre aplicar estas políticas en una ciudad actual, en funcionamiento, y hacerlo en una ciudad futura o pequeña. ¿Están ustedes considerando opciones para distintos tipos de ciudades?
CM: Yo no trabajo para ciudades como algunas del Medio Oriente que surgen “de un día a otro” en el desierto, pero sí trabajamos con ciudades de distinta granularidad… medias, pequeñas, es cuestión de voluntad política de darle una perspectiva a la vida en nuestras ciudades basada en un urbanismo por los usos, y no por las infraestructuras.
IC: ¿Por ejemplo?
CM: La política ha sido adoptada por el C40 Cities, que es la red mundial de ciudades por el clima y las hay en muchas partes del mundo. Milán tomará este paradigma saliendo de la pandemia de Covid-19; existen ciudades intermedias en Francia, como Nantes, con 400 mil habitantes, y pequeñas como Mulhouse, con 90 mil habitantes… no es una cuestión de tamaño, es una cuestión de política urbana.
IC: La ciudad de Tokio es una de las principales ciudades inteligentes del mundo. Tiene una población cercana en número a la Ciudad de México, y está también asentada en zona sísmica. Su superficie no es mucho mayor que la de nuestra ciudad capital, y su densidad poblacional es similar, pero los factores políticos, económicos y culturales distan mucho entre una y la otra. ¿Puede aspirar una metrópoli como la Ciudad de México a convertirse en una verdadera urbe que pueda ser considerada ciudad inteligente, o ciudad viva, o ciudad de los 15 minutos?
CM: Es una cuestión de compromiso político y de política pública. Lo que nosotros preconizamos no es copiar y pegar, cada una tiene su propio ADN; México y Tokio pueden tener similitudes pero son diferentes en lo social, lo cultural, lo político…
Tenemos elementos sencillamente teóricos que formalizan esta idea de ciudad de proximidades, pero tiene que ser adaptada por cada gobierno de cada ciudad en función de su contexto propio, y desarrollar políticas urbanas que vayan en el sentido de privilegiar ante todo la proximidad como hoja de ruta.
IC: Un recurso crítico en la Ciudad de México es el agua. ¿Cómo integrar el manejo del agua en el concepto de ciudad inteligente? ¿Cuál es la diferencia sustantiva entre el requerido en una ciudad convencional y en una ciudad inteligente?
CM: Una ciudad que desarrolle la inteligencia urbana debe asegurarse de que el agua no sea un negocio orientado al beneficio y rentabilidad como criterio de inversión y desarrollo.
IC: ¿En qué áreas considera que las universidades deberían formar prioritariamente a los estudiantes de Ingeniería civil para complementar las asignaturas tradicionales y generar ingenieros capacitados para los desafíos de las ciudades de 15 minutos?
CM: Es esencial que la formación de los ingenieros esté influenciada por el aprendizaje de la ciencia de la complejidad. Es urgente tener una visión sistémica, holística, salir del encasillamiento disciplinario, estar en las intersecciones y romper con el funcionalismo y las verticalidades disciplinarias. La ingeniería no puede con la tecnología resolver problemas de las ciudades que responden a una triple retroacción –ecológica, económica y social–. No olvidemos lo que nos legó el filosofo francés Bernard Stiegler, quien falleció hace poco: la tecnología es un farmakon, que en griego es o un remedio o un veneno. Obremos en las formaciones de las ingenierías para que, cruzándolas con otras disciplinas del entorno humanístico, sean entonces un remedio, poderoso pero remedio, de una fórmula en la cual la complejidad –palabra latina que etimológicamente significa “tejer juntos”– sea la que lleve la batuta.