28 abril, 2024 9:37 pm

ANECDOTARIO

Fernando Hiriart Balderrama

Francisco Labastida Ochoa

Probablemente algunos ingenieros jóvenes no conocen todo lo que hizo el ingeniero Hiriart, sus principios, sus valores, su talento y lo que contribuyó al desarrollo del país. Espero que estas breves líneas contribuyan a enriquecer el conocimiento que se tiene sobre él.

Don Fernando Hiriart estudió en la Escuela Nacional de Ingeniería, en la que cursó dos carreras: de ingeniero civil y de topógrafo hidrógrafo.

Fue el fundador y el primer director del Instituto de Ingeniería de la UNAM. Fue Doctor Honoris Causa por la UNAM. Recibió el Premio Nacional de Ingeniería. Fue condecorado como Oficial de la Legión de Honor de Francia.

Escribió diversos libros, entre los que solo menciono Hundimiento de la Ciudad de México, Proyecto Texcoco, Contribución a la solución del problema de abastecimiento de agua de la Ciudad de México y Contribución al desarrollo de la ingeniería civil de México.

La central hidroeléctrica que hoy lleva su nombre, localizada en el río Tula, cuenta con un túnel de conducción de 21,700 metros y una cortina de 203 metros.

Se inició trabajando a los 24 años de edad en la Comisión Nacional de Irrigación.

Fundó, junto con Bernardo Quintana y Javier Barros Sierra, la compañía Ingenieros Civiles Asociados (ICA).

Aportó su talento al Departamento del Distrito Federal. Fue director general de Inversiones en la Secretaría de la Presidencia, subsecretario de Patrimonio y Fomento Industrial y secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal.

Tuve el honor de trabajar con él en diversas ocasiones. Puedo decir que es el hombre que más influyó, sin ser yo ingeniero, en mi formación profesional. El hombre que más he admirado en mi vida ha sido don Fernando Hiriart: por sus principios, sus valores, su honestidad, no solo en lo económico, también en lo intelectual; por su disciplina, por su excepcional talento, por su gran calidad humana. Es el hombre más inteligente y de pensamiento más profundo que he conocido.

Lo conocí y empecé a tratar en 1968. Trabajaba en ese entonces en la Dirección de Inversiones Públicas, con Julio Rodolfo Moctezuma, un gran mexicano, y cuando examinábamos dos grandes obras que se hacían en ese entonces –el Drenaje Profundo y los interceptores–, el licenciado Moctezuma me dijo: “Paco, ni usted ni yo somos ingenieros; váyase a ver este proyecto con el mejor ingeniero de México, don Fernando Hiriart”.

Don Fernando fue el único asesor externo que tuvo la Dirección de Inversiones Públicas. Por supuesto, no cobró un centavo por su trabajo. Después fue mi jefe, cuando fue el director de Inversiones Públicas. Permítanme contar una anécdota, porque ilustra con claridad cómo era.

Después de formar ICA, decidió regresar al sector público; enterado de ello, el ingeniero Quintana le dijo: “Vas a ganar solo una pequeña parte de lo que ganas aquí, ¿para qué te vas?”. Y el ingeniero Hiriart contestó: “Tuve el propósito de que la ingeniería y las obras civiles las diseñaran y construyeran mexicanos, ya lo logré. Me regreso al sector público”.

Decidió que en el país se debía hacer evaluación ex post de resultados, no solo evaluación ex ante de los proyectos, para evaluar cuánto de lo que se dijo que iba a costar una obra había costado y qué beneficios sociales y económicos había generado.

Como resultado de ese trabajo, el primer programa que se evaluó fue el Plan Presidencial Benito Juárez; una buena idea, hacer pequeñas represas de agua para que tuviera la población agua disponible para ellos y los animales y, si era factible, para regar pequeñas superficies de tierra, pero fue muy mal desarrollada.

El trabajo de evaluación se hizo durante unos tres meses; se seleccionaron, por números aleatorios, un número de obras representativas del programa, y se contrataron unos 40 ingenieros civiles para estudiarlos.

La síntesis del trabajo la leyó el ingeniero Hiriart en una reunión con el presidente Echeverría, el secretario de Recursos Hidráulicos, el secretario de Agricultura y el director del programa. Yo acompañaba al ingeniero Hiriart. La síntesis decía:

Solo el 7% de las obras están bien, no tienen fallas.

En el 93% se cometieron estos errores:

  • Se midió mal el vaso de captación de la obra hidráulica, con la consecuencia que el vaso de la cortina era pequeño y se rompía o derramaba, o era demasiado grande y la inversión era excesiva e improductiva.
  • Se estudió mal el factor de escurrimiento del agua.
  • Cuando la pequeña obra hidráulica tenía capacidad para regar tierras, se les olvidó hacer la obra de toma para sacar y conducir el agua.
  • La maquinaria empleada y los métodos constructivos estaban mal seleccionados y elevaban los costos o no daban los resultados deseados.

Un ejemplo de la mala selección de la maquinaria es que, siendo las presas de arcilla, no se comprimía la tierra lo suficiente, porque usaban rodillos simples y no de “pata de cabra”, lo que habría permitido que la tierra estuviera comprimida al 90%. En consecuencia, algunos bordos se rompían.

El director del programa se molestó por el documento y le dijo al presidente Echeverría: “Señor presidente, yo no puedo permitir que el ingeniero Hiriart insinúe que soy un pendejo”, a lo cual el ingeniero Hiriart contestó: “Señor presidente, con todo respeto, yo no insinúo nada, afirmo que el ingeniero es un pendejo”.

Con toda honestidad y valor civil actuó siempre. Ojalá siempre tengamos hombres como él; sólo así se puede hacer un gran país.

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